Monseñor Oscar Arnulfo Romero,
cayó aniquilado por un certero disparo al corazón el 24 de marzo de 1980
mientras celebraba la misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia, en
San Salvador. Romero se trasformó así en universal, porque
encarna la solidaridad para con las víctimas del pueblo a manos de la
explotación y la represión de los poderosos. Su grandeza
estriba en su compromiso incondicional que le impulsaron a
ponerse de lado de las víctimas y sufrir su mismo destino.
En febrero de 1977 Romero
fue consagrado como Arzobispo de San Salvador. Pocos días antes, había sido
asesinado el jesuita Rutilio Grande y dos campesinos, a
manos de la Guardia Nacional. Este crimen marcó toda su labor pastoral.
Eran días convulsionados los que
vivía el país centroamericano. La violencia, el crimen, la
violación de los derechos humanos más básicos eran la realidad
habitual en la ciudad y en el campo. “Nuestra guerra popular
revolucionaria de 12 años fue una gran sublevación contra el terrorismo de
Estado, preparado y entrenado por el imperialismo yanki. Allí en Estados Unidos
formaron los batallones asesinos… allí prepararon y asesoraron con sus
oficiales en El Salvador a los escuadrones de la muerte, que asesinaron a miles
de hombres y mujeres patriotas”, manifestaba el desaparecido líder
del FMLN, Schafik Hándal. (Gramnma.cu)
El prontuario de crímenes,
torturas, desapariciones de campesinos, obreros, sacerdotes, de las bandas
armadas del gobierno militar salvadoreño, fueron miles, tal como lo certifica
el informe de la Comisión de Verdad para El Salvador, publicado en 1993, que
surge de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, y que puso fin a la Guerra
Civil.
Ante esa realidad
Oscar Arnulfo Romero, alzó su voz y no calló…. “Ahora la Iglesia no
se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia es pobre. Hoy la
Iglesia sabe que los poderosos la rechazan…” (Homilía 28-08-1977).
“Este es el pensamiento
fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana. Es
algo tan serio y tan profundo, más que la violación de cualquier otro derecho
humano, porque es vida de los hijos de Dios y porque esa sangre no hace sino
negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la
paz. ¡Lo que más se necesita hoy aquí es un alto a la represión! ” (Homilía
16-03-1980).
El Domingo 23 de Marzo de
1980, en la Catedral de San Salvador, Monseñor Romero
pronunció su última homilía…..una acusación directa al corazón de
la represión, que finalmente fue su sentencia de muerte.
“Yo quisiera hacer un llamamiento
especial a los hombres del Ejercito, y en concreto a las bases de la Guardia
Nacional, de la Policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo
pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé
un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios que dice: No matar... Ningún
soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios... Una ley
inmoral, nadie tiene que cumplirla... Ya es tiempo de que recuperen su conciencia
y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado... La Iglesia,
defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de
la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el
Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta
sangre... En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos
lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego,
les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión...!” (Homilías
http://www.sicsal.net/homilias.ph)
Al día siguiente, lunes 24
de marzo Mons. Oscar Arnulfo Romero fue asesinado.
Después de extensas
investigaciones, tanto en El Salvador como en Estados Unidos,
finalmente, se conoció que el asesino de Romero fue Marino Samayor Acosta,
sargento de la Guardia Nacional, y miembro del equipo de seguridad del ex
presidente de la República, quien confesó que la orden para cometer el crimen
la recibió del mayor Roberto d'Aubuisson, organizador de los escuadrones de la
muerte y fundador de ARENA.
El próximo 23 de mayo de 2015,
Monseñor Oscar Arnulfo Romero, será beatificado en la Catedral de San
Salvador, después que el Papa Francisco lo reconociera como mártir de la
Iglesia. Reconocimiento que los pueblos de América Latina le habían otorgado
desde el minuto que su sangre floreció en las conciencias de todos los
hombres libres del mundo.
Sin duda que a este hombre
notable le podemos dar el saludo que nace de nuestros propios dolores…”Compañero
Oscar Romero, Presente, Ahora y Siempre…”
Ronald Wilson