viernes, 30 de diciembre de 2022

 

Guayasamín

DERECHOS HUMANOS, UNIVERSALES E INDIVISIBLES.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, que se  aprobó por la naciente Organización de Naciones Unidas en 1948 y cuyo objetivo fue establecer recursos jurídicos que contemplaran los derechos fundamentales  de la personas a nivel universal, posee un conjunto de características inalienables:

  • Los derechos humanos son universales, es decir permiten que todo ser humano sin excepción alguna tenga acceso a ellos.
  • Los derechos humanos son normas jurídicas imperativas, es decir que deben ser protegidas y respetadas por todos los Estados. La comunidad internacional puede exigir su cumplimiento dado que son derechos consustanciales al individuo. Los derechos humanos no se pueden violar,  atentar contra ellos supone violentar la dignidad humana.
  • Los derechos humanos son indivisibles. Esto implica que cada derecho está vinculado al resto de tal modo que negarse a reconocer uno o privar de él, pone en peligro el mantenimiento del resto de derechos humanos que a la humanidad le corresponde.
  • Son irrenunciables e inalienables, dado que ningún ser humano puede renunciar a ellos ni transferirlos.

Estas distintas características son muchas veces discutidas, comenzando por la universalidad, bajo el argumento que los derechos humanos se deben interpretar dentro de las distintas culturas, de forma que estas podrían matizar o alterar los principios contenidos en la Declaración Universal. Por lo tanto, los derechos humanos no serían siempre los mismos, variarían en función de los ‘contextos culturales’. Es la postura conocida como “relativismo cultural”. El ejemplo más nítido y actual es el de los países islámicos, que defienden la necesidad que los derechos humanos no entren en discordancia con la Ley Islámica.  Un ejemplo clásico es cómo a los ‘occidentales’,  nos resultan especialmente chocantes las normas jurídicas y morales, discriminatorias contra la mujer, la homosexualidad o el tratamiento de la pena de muerte existentes en sectores integristas  del islam.

Lo cierto es que las idiosincrasias culturales se pueden usar para mantener sistemas opresivos por parte de los respectivos gobiernos o de las jerarquías religiosas dominantes, que  no siempre son compartidos por las respectivas poblaciones, especialmente cuando éstas han tenido acceso a la información y a la educación.  Éste es justamente uno de los motivos por el que las Naciones Unidas defienden la universalidad del derecho a la educación y a la información, en la misma medida que algunos gobiernos defensores del relativismo cultural, de forma sospechosa, lo restringen.

También es común que se presenten objeciones al principio de indivisibilidad de los derechos humanos, argumentando que algunos derechos son prioritarios por sobre otros. Cuando se preparaba el texto de la Declaración Universal, bajo la realidad de la “guerra fría”, estas discrepancias se pusieron de manifiesto en la prioridad que asignaban las democracias occidentales a los derechos civiles y políticos, y la presión de los países socialistas para que se reconocieran e incluyeran los derechos económicos y sociales. En la actualidad estas discrepancias no están del todo superadas, es lo que podemos llamar “relativismo ideológico”.

Es un hecho que bajo la actual realidad de la globalización neoliberal,  las fuerzas hegemónicas, han tratado de negar siempre y sistemáticamente el carácter de DDHH que tienen  los derechos económicos, sociales y culturales, denominados  de segunda generación  y a los derechos de tercera generación, como es el derecho a la paz, al desarrollo, al medio ambiente, al patrimonio común de la humanidad y a la asistencia humanitaria. Para estas instancias los derechos económicos, sociales y culturales, no pasan de ser actitudes caritativas y de beneficencia.

Es necesario  recordar que la segmentación entre derechos civiles y políticos, por un lado, y derechos económicos, sociales y culturales, por otro, que se materializó en la aprobación  del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se debió en parte justamente al ambiente político de la época  y no a razones estrictamente conceptuales.  Actualmente los países más desarrollados continúan debatiendo la indivisibilidad de los Derechos Humanos al dar preeminencia a los derechos individuales, civiles y políticos, en especial al derecho de propiedad, relegando o negando los derechos económicos, sociales y culturales  y los derechos colectivos. Frente a ellos, los países pobres de América Latina y África, denuncian el subdesarrollo endémico y las desfavorables condiciones económicas y comerciales a nivel internacional que dificultan e impiden el cumplimiento de los Derechos Humanos  en general, y los derechos económicos, sociales y culturales, en particular.

Este  desequilibrio entre los distintos aspectos de los DDHH se refleja en la propia Declaración Universal  al dedicar  gran parte de su contenido a los derechos civiles y políticos en 18 artículos mientras que solamente seis se ocupan de los derechos económicos, sociales y culturales, todos ellos siempre desde una perspectiva individualista, no colectiva. Ello se debe a que fueron los Estados capitalistas quienes más influyeron en la redacción del texto definitivo, lo que se refleja asimismo en el artículo 17, que contempla el derecho de propiedad privada sin apenas limitaciones. 

Sin embargo en la actualidad se reconoce como principio fundamental del derecho internacional de los Derechos Humanos el que todos los derechos humanos sean indivisibles e interdependientes, por lo que no existe jerarquía entre ellos y, por lo tanto, no debe haber preeminencia de unos sobre otros. La indivisibilidad e interdependencia van más allá de una simple interrelación, puesto que se trata de una dependencia recíproca en la medida en que el menoscabo o el progreso en la efectividad de alguno de ellos incidirán asimismo en el disfrute de los demás.  No es posible para ningún país, reconocer y garantizar un grupo de derechos humanos y violar sistemáticamente otros. No es posible pretender defender los derechos económicos, sociales y culturales, y a la vez violentar y no respetar el derecho a la vida, a la libertad  o a la integridad física de sus habitantes y viceversa.

La necesaria indivisibilidad de los distintos derechos es evidente,  no permite ningún “relativismo ideológico”. Las personas no pueden mejorar sus derechos económicos, sociales y culturales sin espacio para la libertad política. Y por otro lado, las libertades políticas, si no se acompañan de un desarrollo económico y social efectivo, siempre generarán injusticias, desigualdades y conflictos.

A estas características de los derechos humanos hay que añadir la inderogabilidad, aunque esta característica tiene matices, ya que según las distintas normas internacionales, regionales o nacionales de derechos humanos, la inderogabilidad no afecta por igual a todos los derechos. En determinadas circunstancias, de forma extraordinaria se justifica que  los Estados puedan suspender algunos derechos, como los derechos políticos o de reunión, en situaciones de conflicto o estados de excepción.  Los demás han de ser respetados siempre, sin salvedad alguna, como el derecho a la vida, a no ser esclavizado o a no ser torturado, a no recibir tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes y a la no discriminación por motivos de raza, religión, origen social o de cualquier otra índole.

Además, es fundamental que los países reconozcan y pongan en práctica el hecho que los instrumentos internacionales de Derechos Humanos y sus normas aceptadas y ratificadas por los Estados, tienen preeminencia sobre las normas internas.

Estos instrumentos conforman un sistema internacional de Derechos Humanos, integrado por Convenciones y Pactos y sus respectivos protocolos: Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer; Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; Convención sobre los Derechos del Niño; Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares; Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas; Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. 

Los Estados signatarios de estos instrumentos están obligados a rendir un Examen Periódico Universal (EPU) que es un mecanismo del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas cuya finalidad es revisar la situación de derechos humanos de todos los Estados miembros de la Organización, en torno a un dialogo interactivo que brinda la oportunidad para que cada Estado pueda difundir su labor en materia de promoción, protección y cumplimiento de los derechos humanos ante la comunidad internacional. Además cada Estado debe, en particular elaborar y enviar a los Comités creados en virtud de los tratados de derechos humanos, informes periódicos sobre el cumplimiento por parte de los respectivos Estados de dichas convenciones.

Al cumplirse 70 años de la declaración Universal de los Derechos Humanos, es necesario reconocer que aún falta un largo camino para que éstos sean realmente universales e indivisibles. Sin duda que ha habido gigantescos avances y la conciencia de la humanidad ha crecido y se ha ampliado, pero la lucha por la dignidad humana aún no ve su fin, mientras existan sistemas injustos y abusivos, mientras existan personas violentadas en sus derechos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de la ONU de  diciembre de 1948, será siempre una tarea pendiente.

RONALD WILSON


jueves, 29 de diciembre de 2022



CONVERSATORIO
ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS EN LA CRISIS MIGRATORIA



 


CONVERSATORIO DERECHOS DEL CONSUMIDOR Y CONSUMO RESPONSABLE. JUEVES 5 DE ENERO 2023, A LA 19.00 HRS. PARTICIPA A TRAVÉS DE FACEBOOK LIVE Y YOUTUBE DEL INSTITUTO IGUALDAD




 

martes, 27 de diciembre de 2022

 


 


DIPLOMACIA CIUDADANA

LA SOCIEDAD CIVIL COMO ACTOR GLOBAL

 Colaboración Global.

 El largo proceso de construcción de una agenda colaborativa a nivel global, iniciado en los años 90, logró instalar en el centro de las preocupaciones mundiales, la lucha contra el hambre y la pobreza, buscando focalizar los esfuerzos de ayuda al desarrollo y bienestar, desplegados de forma disgregada por una multitud de actores. [1]

En materia de procesos internacionales, se pueden mencionar como hitos fundamentales, los procesos de integración regional que se vienen realizando desde hace décadas en América Latina. Los intentos integracionistas de la región han sufrido avances y retrocesos, pero sabemos fehacientemente que una integración regional pertinente puede contribuir a preservar para las generaciones futuras bienes públicos globales como el clima y el medio ambiente y simultáneamente aportar a un mayor desarrollo a nivel global, pero esta máxima en la Región ha sido dificultosa como herencia de nuestra propia historia.     

Algunos de los principales foros regionales de integración que se han implementado y mantenido con relativo éxito, son la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Comunidad Andina (CAN), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC). [2]

Quizás las iniciativas que han suscitado mayores niveles de involucramiento y mayor interés desde la sociedad civil han sido las propuestas sobre el desarrollo sostenible. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (ODM) fueron un intento fundamental a través de la elaboración de ocho objetivos, por los cuales los Estados Miembros de las Naciones Unidas acordaron alcanzar una meta de Desarrollo para 2015. Estos ODM fueron firmados en septiembre de 2000, comprometiendo a los dirigentes mundiales a luchar contra la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el deterioro del medio ambiente y la discriminación contra la mujer.

En el año 2015 se realizó la Cumbre de Desarrollo Sostenible y elaboró una nueva Agenda 2030 que contiene los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).  Estos Objetivos pretenden ampliar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y alcanzar aquellos objetivos que no se cumplieron en la primera agenda. La idea central es que todos los países, con independencia de su nivel de desarrollo o riqueza, se comprometan a promover el desarrollo y a proteger el medioambiente. Aunque los Objetivos de Desarrollo Sostenible no son obligatorios, cada país asume la responsabilidad de trabajar por su cumplimiento.

El desarrollo de estos procesos ha permitido, progresivamente, una mayor participación de las Organizaciones de la Sociedad Civil en los procesos multilaterales de negociación como actores políticos, aunque con una influencia limitada sobre los sujetos tradicionales de las relaciones internacionales. Las razones de esta dificultad derivan tanto de las falencias propias de las organizaciones multilaterales, como de la naturaleza heterogénea de las OSC. Subyacen en estas problemáticas diferentes lógicas, como las tensiones entre capacidades universales e intereses particulares, multilateralismo y unilateralismo, hegemonía y gobernanza, mercado y Estado, mercado y sociedad, sociedad civil y Estado, globalización y localismo, entre otros.

Diplomacia Ciudadana

En este contexto las Organizaciones de la Sociedad Civil han intentado configurar a nivel global una nueva aproximación a las relaciones internacionales en lo que se ha denominado Diplomacia Ciudadana.  

La diplomacia ciudadana, surge con el objetivo de caracterizar la participación de la sociedad civil en la búsqueda de soluciones a conflictos de manera independiente o complementaria a los esfuerzos diplomáticos tradicionales y para describir las acciones de incidencia política de dicho sector en organismos multilaterales, agendas internacionales y en la política exterior de los países. Asimismo, la diplomacia ciudadana se perfila como una forma eficiente para posicionar internacionalmente agendas y demandas que a nivel de los Estados no son atendidas, generando efectos probables que faciliten procesos de incidencia política a nivel nacional. [3]

Este ejercicio de la diplomacia ciudadana pueden lograrse a través de: 

             Actividades de lobby y de incidencia política ante gobiernos, organismos multilaterales, conferencias o reuniones internacionales;

             Elaboración y presentación de informes alternativos o “informes sombra” ante distintos comités de Naciones Unidas para asegurar y dar seguimiento al cumplimiento de los compromisos internacionales que los Estados asumen por medio de la ratificación de Convenios, Pactos y Tratados Internacionales.

             Uso del litigio internacional ante los organismos multilaterales, utilizando los espacios de protección y garantías en materia de derechos humanos (por ejemplo, las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH).

             Organización de campañas, mediante redes sociales, y el desarrollo de distintas estrategias de comunicación internacionales enfocadas a visibilizar y posicionar los temas, agendas y visiones de la sociedad civil.

             Desarrollo de proyectos de investigación, observatorios, monitoreos y elaboración de documentos con perspectiva internacional, que supervisen, cuestionen, enriquezcan y propongan políticas alternativas a las diseñadas por los gobiernos y los organismos internacionales.

             Construcción de redes no gubernamentales internacionales agrupadas alrededor de temas, regiones o profesiones, y el establecimiento de canales de información y comunicación regulares al interior de dichas redes.

             Articulación entre lo local y lo global, que permita  ser una acción externa con referentes locales en el país o región donde se origina, convirtiéndose en un el canal de comunicación e interlocución entre la ciudadanía y los centros de decisión y administración del poder a nivel internacional.

A través de esta otra diplomacia se amplían los sujetos de las relaciones internacionales, con el objetivo de lograr mecanismos de deliberación y toma de decisión más inclusiva y participativa.  Este concepto no se opone a que los Estados sean los sujetos encargados de la formulación e implementación de la política exterior, sino que busca complementarlos, abriendo espacios que históricamente han sido privativos de organismos internacionales y de la diplomacia formal. De este modo, los ciudadanos son quienes se constituyen igualmente en sujetos de las relaciones inter-estatales y de su respectiva articulación a nivel global. La participación en procesos globales y regionales pasa a formar parte del cometido de las distintas expresiones organizativas que integran la sociedad civil, la cual es por definición, heterogénea, diversa y plural. Es así como se amplía el concepto de Estado y de diplomacia desde su dimensión restringida a su dimensión plena: las relaciones entre las naciones no solo se ejercen por medio de los gobiernos, sino a través de la plena y protagónica participación de sus pueblos.

De esa forma, la Diplomacia Ciudadana promueve el relacionamiento no solo a través de las cancillerías, sino de las redes de la sociedad civil, ejerciendo la democracia participativa dentro y fuera de los estados, sin restringir al ámbito estatal la construcción de propuestas sobre políticas sociales,  medioambientales, migratorias,  articulando así las más variadas formas y temáticas de la vida democrática.

En el escenario de la globalización, es necesario potenciar la capacidad de diálogo y de negociación, ya sea en los aspectos estratégicos como en los coyunturales. Comunicación que se ve urgida en el actual panorama de crisis económica e inestabilidad política, agravada por la guerra de Ucrania y los efectos cada vez más devastadores del cambio climático.

Resulta cada vez más evidente que el posicionamiento de los Estados en las instancias de negociación multilateral requiere integrar las propuestas de la sociedad civil, de tal forma que el diálogo y la negociación estén acompañados por la presencia organizada y vigilante de los actores  sociales.

Sin duda que desde una visión institucional, el Estado es el principal actor en las relaciones internacionales y la diplomacia es un instrumento de éste para la ejecución de su política exterior. Sin embargo, en tiempos de globalización y de creciente interconectividad, se constata el surgimiento de nuevos paradigmas que evidencian que la realidad internacional está compuesta no sólo por relaciones interestatales, sino por una multiplicidad de actores, agendas y nuevos procesos que desbordan las fronteras y los límites entre lo interno y lo internacional, entre lo político y lo social.

Debemos destacar que la participación de la sociedad civil en las relaciones internacionales no es un fenómeno reciente, ya que desde el siglo XVII podemos encontrar antecedentes de acciones y campañas transnacionales impulsadas por ciudadanos y movimientos sociales, como el movimiento antiesclavista, posteriormente en el siglo XIX el movimiento de trabajadores o las organizaciones por el sufragio femenino. Además, la sociedad civil ha estado en el corazón de importantes negociaciones multilaterales y en la diplomacia, especialmente en los movimientos por la protección de la paz, los derechos humanos y el medio ambiente, así como en operaciones de ayuda humanitaria en situaciones de guerra o de desastres naturales.

Este proceso no ha sido fácil por la misma atomización y multiplicidad de la sociedad civil,  como porque la mayoría de las organizaciones intergubernamentales que forman parte de la actual estructura de la gobernanza global aparecen arcaicas y responden a un orden internacional que requiere urgentes cambios y actualización.  Es claro que su evolución y formas de colaboración no han estado a la altura de los desafíos globales actuales.

Aun así, en las últimas décadas la sociedad civil ha logrado convenir cada vez más su participación en encuentros internacionales, y ser contrapartes válidas y reconocidas de los organismos internacionales. Es así como las Organizaciones no gubernamentales (ONG) colaboran activamente con Naciones Unidas como entidades consultivas del Consejo Económico y Social (ECOSOC) o como entidades acreditadas ante el Departamento de Comunicación Global. [4] De la misma forma, la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha creado espacios para la participación de la sociedad civil en sus actividades que institucionaliza y posibilita la participación de la sociedad civil en los cuerpos políticos de la OEA. [5]

La diplomacia ciudadana ha contribuido no sólo a fortalecer y diversificar las estrategias e impactos de las OSC, sino a visibilizarlas como actores activos en las relaciones internacionales, cuyo reconocimiento por parte de diversos organismos y foros internacionales y regionales, es ya una realidad. Las organizaciones de la Sociedad Civil han estado presentes en diversos foros y conferencias internacionales, como son los Foros Mundiales sobre Migración y Desarrollo, en las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre Cambio Climático,  en los espacios de consulta en el marco de las cumbres del G20, en la primera Reunión de Alto Nivel de la Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo, en las conferencias de la Convención de Eliminación Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, Cedaw, en las misiones de preparación de la COP 25 y en diversas conferencias internacionales sobre temas como el VIH/SIDA,  la lucha contra la implementación del Acuerdo Integral de Asociación Transpacífico,  conocido como TPP11,  o la presión masiva en diferentes países para sus gobiernos firmen el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, entre muchos otros.

Una de las instancias más significativas de participación internacional de la sociedad civil se manifiesta en la llamada Cumbre de los Pueblos que se reúne desde 2005, casi siempre coincidiendo con las Cumbres de las Américas de carácter gubernamental. Esta Cumbre de los Pueblos congrega a organizaciones y articulaciones sociales de diversos países, para compartir experiencias e impulsar soluciones alternativas al sistema y fortalecer la organización global y la acción local para frenar la catástrofe socio ambiental.  Su objetivo general es movilizar y construir una fuerza social global, alternativa al modelo de producción y consumo neoliberal, y que supere la crisis social y ecológica que pone en riesgo inminente el futuro de la vida en el planeta.

La diplomacia ciudadana se ha convertido en un instrumento efectivo de incidencia tanto a nivel nacional como internacional, en torno a temas como el cambio climático, las políticas comerciales, los derechos humanos de mujeres, niños, niñas y adolescentes, los procesos migratorios y de refugio, el tráfico y trata de personas, los derechos ciudadanos por un consumo responsable, por mencionar algunos de los más destacados. 

Además, las OSC  han desarrollado diversas acciones de diplomacia ciudadana, como la presentación de informes sombra ante distintos comités de la ONU que se encargan de dar seguimiento al cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos por los Estados en materia de derechos humanos,  la organización de campañas internacionales, y el uso del litigio internacional en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, utilizando así los espacios de protección y garantías para la obtención de sentencias que condenen a los  Estados por violaciones a los derechos humanos, como la resolución CIDH que declaró la responsabilidad internacional de Chile por violación al acceso a la justicia,  a raíz del rechazo a demandas civiles de indemnización por daños morales debido a diversos crímenes de lesa humanidad cometidos entre durante la dictadura cívico-militar, o últimamente, los diferentes Informes CIDH que condena las violaciones graves, masivas y repetitivas de derechos humanos en Chile en el marco del Estallido Social de octubre de 2019 o las denuncias al Estado de Chile ante la Corte Interamericana por juicios a comuneros mapuches.

En ese sentido, muchas de las acciones de diplomacia ciudadana no se articulan en torno a nacionalidades, sino a intereses de clase, sectoriales y temáticos, haciendo que los límites de las políticas internas y exteriores se hagan cada vez más indeterminados.

Está cada vez más claro, que la política exterior no debería ser tratada como un asunto exclusivamente del gobierno, sino como un asunto de interés público. En ese sentido, si bien hemos tenido valiosos avances en términos de la vinculación entre la Cancillería y la sociedad civil en los últimos años, aún queda mucho trabajo por hacer para que la política exterior sea más incluyente y promueva las alianzas estratégicas necesarias para encontrar soluciones más integrales a los retos del siglo XXI.  Es decir, la sociedad civil necesita pensar localmente y actuar globalmente, para potenciar sus estrategias de incidencia política, fortalecer su presencia en los debates internacionales y ser una sociedad civil con alcances globales.

Es urgente que desde la sociedad civil se logre  contribuir a la reflexión y visibilización de los procesos de diplomacia ciudadana desarrollados, a través de las voces de los actores que han participado en ellos. Al mismo tiempo es importante posicionar las voces ciudadanas en torno a los grandes debates que actualmente se están llevando a cabo sobre los mecanismos y agendas de desarrollo.

Como bien dice la Asociación Diplomática y Consular de Colombia, “La vinculación de actores no gubernamentales, con impacto en las relaciones internacionales y en los intereses nacionales, es uno de los factores que han fortalecido el ejercicio de la diplomacia pública en el espectro ciudadano y municipal. Estas nuevas formas de diplomacia favorecen una participación más activa de la ciudadanía, una integración de los territorios y una inclusión social en la construcción de la confianza, la promoción de una cultura de tolerancia, el respeto y la convivencia general; tal como lo promueve en su introducción el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto armado colombiano del 24 de noviembre de 2016. Asimilar estas diplomacias en las políticas públicas, propiciará una Diplomacia para la Paz”. [6]

Finalmente, este es un esfuerzo por reivindicar a la diplomacia ciudadana como una importante estrategia de incidencia para la sociedad civil y como un mecanismo que contribuye al fortalecimiento de la participación ciudadana en el diseño, ejecución y evaluación de nuestra política exterior,  a la democratización de las discusiones internacionales,  a la generación de redes globales de defensa de los derechos humanos y a la promoción de la sociedad civil como actor estratégico del desarrollo tanto a nivel nacional como internacional.

 

Ronald Wilson


 

jueves, 22 de diciembre de 2022


EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS EN LA CRISIS MIGRATORIA

Respecto a las declaraciones del Senador José Miguel Insulza sobre las FFAA y control de fronteras, en que afirmó: "Con mucha franqueza, soy partidario de poner al Ejército en la frontera"…..“O se aumentan carabineros en fronteras o se crea una policía especial, o se le entrega al Ejército. La frontera marítima está en manos de la Marina, la aérea en manos de la FACH. ¿Por qué la frontera terrestre no va a poder ser custodiada por el Ejército?” …se ha creado una discusión bastante polarizada. Pero creo que habría que hacer un análisis a fondo al respecto con personas que entiendan de Seguridad y Defensa, y personas que entiendan de Migraciones, si no es un diálogo de sordos, que no avanza.

Sobre el Decreto 265 que en su Artículo primero expresa: "Autorizase la colaboración de la Fuerzas Armadas con las autoridades civiles y policiales competentes para actuar en relación a actividades que se vinculen con el tráfico ilícito de migrantes, y al narcotráfico y crimen organizado transnacional, en el marco de las facultades que la Constitución y la ley les otorguen, en zonas fronterizas del territorio nacional. El Ministro del Interior y Seguridad Pública evaluará la forma en que las policías emplean la colaboración mencionada y se coordinará con el Ministro de Defensa Nacional para la eficacia de la misma".

El 13 de agosto de 2019 se publicó el Decreto N° 265, cuyo objetivo es disponer la colaboración de las Fuerzas Armadas con las autoridades civiles y policiales en las áreas de logística, transporte y tecnología en relación a las actividades que se vinculen al narcotráfico y crimen organizado transnacional. En virtud de ese decreto se generó la planificación y ejecución de los apoyos a la Unidad de Coordinación Estratégica Norte (UCE-N), en la Macrozona Norte, conducida por el Comandante del Comando Conjunto Norte.

A enero de 2021, esta operación lleva alrededor de 1.800 operaciones ejecutadas en las que han participado más de 17.000 efectivos de las Fuerzas Armadas. Casi la totalidad de las operaciones han sido de carácter tecnológico, con medios humanos y sensores optrónicos, para facilitar la detección diurna y nocturna de actividades ilegales en las zonas fronterizas con Perú y Bolivia en el norte del país. la firma de este decreto  se permite que  la logística y los elementos técnicos y estratégicos que las FFAA tiene  para su labor habitual se pongan a disposición de Carabineros y la PDI para lograr este objetivo.

Está claro que nadie está pensando en entregar el "control migratorio" a los militares. Distinto es el control fronterizo que lo tienen todas las FFAA de tierra, mar y aire. Una presencia más visible del Ejército en la frontera norte tiene una función disuasiva del crimen organizado, entre lo cual puede estar el tráfico y trata de migrantes.  

El acrecentamiento de los intentos de migrantes irregulares por ingresar a Chile por pasos no habilitados, podría llegar a implicar que la Carabineros o PDI no tengan la capacidad suficiente de controlar e impedir los ingresos de números significativos de personas, siendo superados en sus esfuerzos, además Carabineros y PDI no contaría con personal suficiente para efectuar el control y re direccionamiento de los infractores,  en cuyo caso una colaboración del Ejercito puede ser positiva, dado además el apoyo a través del uso de Tecnología, Transporte y Logística.  

Por otro lado, las bandas organizadas de tráfico de personas son capaces de vulnerar las barreras físicas instaladas en frontera, posibilitando el cruce masivo de personas, tanto de a pie como en vehículos motorizados, lo que no sería posible de controlar por las fuerzas mixtas destacadas en el límite político internacional con Perú y Bolivia, impactando directamente en las localidades más cercanas a la frontera, en particular las comunas de Arica, Colchane, Huara e Iquique, como en los destinos finales de los migrantes, en la zona central del país.

El aumento del ingreso de droga por parte de organizaciones criminales, además de delincuentes que se integrarían a bandas delictuales existentes en el país, o que crearían sus propios grupos delictuales, es parte de los riesgos de esta crisis en la frontera.

Todo esto ocasionaría un posible colapso e incapacidad de las policías para controlar y contener flujos masivos de migrantes irregulares, ingresando por diversos pasos a territorio chileno en forma sucesiva y permanente, oportunidad que permitiría que Organizaciones Criminales Transnacionales, ingresen a territorio nacional cantidades significativas de drogas, como también de armas, para satisfacer necesidades propias de seguridad, o de demandas de bandas delictuales locales.  Sumado a esto, ingresarían delincuentes experimentados que inicialmente se instalarían en la ciudad de Iquique y Alto Hospicio, aumentando los niveles delictuales, y la violencia empleada al cometer delitos.

En opinión de Nicolás Torrealba Jefe de Gabinete del Servicio de Migraciones plantea que, “El control de la frontera hoy lo realiza Carabineros en lo terrestre y la Armada en lo marítimo El control migratorio seguirá en PDI y nadie ha planteado modificarlo  Las fuerzas policiales están siendo necesitadas en las ciudades, por lo que no parece una locura poder liberarlos de las funciones que hoy tienen en el control de la frontera”…..”Creo que es bueno abrirse al debate de este tema y dar otras funciones a las FFAA.  Sin duda que no es un proceso de un día para otro, requiere buena preparación en DDHH, atención a la población civil, participación en emergencias, etc, Sin tener una opinión categórica al respecto, creo que el debate es necesario” …

Desde siempre las FFAA han cumplido un rol no escrito en ninguna Ley ni en la Constitución de colaboración social y humanitaria en todas las catástrofes, terremotos, incendios forestales, aluviones, inundaciones, emergencias sanitarias, COVID… las FFAA en democracia bajo el poder civil tienen mucho espacio en que actuar.  

 RONALD WILSON

martes, 20 de diciembre de 2022

 


COOPERACIÓN REGIONAL PARA ENFRENTAR DESAFÍOS DE LAS MIGRACIONES

Los acuerdos migratorios regionales han mostrado ser instrumentos apropiados para para mejorar la movilidad y la migración, así como para proteger los derechos de los migrantes. Sin embargo, persiste una oportunidad considerable de mejoras, tanto a nivel regional como en cada país.  La integración de los migrantes en los países de destino es un asunto que compete a los ámbitos ejecutivos, parlamentarios, judiciales, y que por lo tanto debiera ser tratado integralmente en cada país de recepción. Los organismos interinstitucionales que reúnen expertos de diversas áreas de gobierno nacional, regional y local, en educación, salud, migración, trabajo, desarrollo social, cancillería, policía, con la participación de organizaciones de la sociedad civil constituyen instancias eficaces para diseñar, ejecutar y monitorear las políticas públicas hacia los migrantes.

Otro aspecto a destacar es que los Estados son responsables por los compromisos asumidos hacia los migrantes y por lo tanto deben desarrollar mecanismos de seguimiento de su situación tanto a nivel nacional como regional, lo cual supone la producción y el análisis de información oportuna, coordinada y precisa. Si bien se han efectuado avances en la producción de estadísticas fronterizas y de registros administrativos, deben mejorar las fuentes de información desagregada por condición migratoria que generan de manera regular los sistemas nacionales de estadística. Estos sistemas armonizados de recopilación de información deben incorporar la perspectiva de género, edad, y las diferencias étnicas y las raciales.

Un desafío principal es, por lo tanto, lograr fortalecer el diálogo a través de mecanismos institucionalizados como el MERCOSUR, la Comunidad Andina y la Conferencia Sudamericana de Migración, entre otras. Ciertamente, será mediante el accionar de estas organizaciones que podrán acordarse acciones para responder de manera articulada a las necesidades cruciales de los migrantes, incluidas aquellas para prevenir la xenofobia y favorecer la integración e inserción social.

El tema de la cooperación internacional en materia migratoria es urgente, así lo ha destacado el Presidente Boric y lo recalcó en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, al plantear que una solución regional para la migración venezolana y en general para la movilidad humana en la región, es fundamental, para ello ha propuesto como parte de la solución, un sistema de cuotas migratorias inspirado en el modelo que la Unión Europea. Una crisis migratoria, en este caso de más seis millones de personas, sobre todo desde Venezuela, no puede recaer en un grupo de países. Es necesario que pensar en la solidaridad latinoamericana. Todos los países involucrados tienen un rol que cumplir.

Boric ha sido explícito en decir que solicitará asesoramiento a Gobiernos europeos sobre el sistema de cuotas.  “Hemos pedido la opinión de mandatarios extranjeros respecto a eso. Lo tenemos que hablar multilateralmente, pero creo que es algo en lo que todos podríamos ganar, tanto los países como también los migrantes, que lo hacen en una situación de mucha desesperación. Muchas veces, al sobrecargarse todo en un solo país se ven en una situación muy difícil de inserción”.

 Asimismo, en el marco de la Cumbre para las Américas en Los Ángeles, el Presidente Boric declaró que buscará instalar en la Cumbre, la necesidad de establecer cuotas migratorias para abordar la crisis humanitaria de Venezuela. "Es importante que veamos también la tragedia que hay detrás de estas crisis (...) desde una perspectiva humanitaria y entender que no es posible hacernos cargo desde un solo país", comentó. "Obviamente cuando uno ve la situación en Iquique, Arica o en los lugares fronterizos de Colombia, es tremendamente crítica, porque los servicios públicos están presionados, porque las ciudades no están preparadas para acoger a tal cantidad de gente y eso significa que tenemos que abordarlo en conjunto como región. 

Son grandes los flujos de haitianos, venezolanos, nicaragüenses y ecuatorianos que, históricamente, se establecieron en diversos lugares de América Latina, incluidos Chile.  No obstante, muchos migrantes están ahora tratando de llegar a los países del norte, debido a los efectos económicos de la pandemia, el aumento del desempleo y el repunte de la xenofobia en los países de la región. 

Cuando un país de origen o de tránsito adopta una decisión sobre cómo gestionar la migración en su territorio, esto no tiene solo repercusiones en su país sino en los demás países de la región. En este sentido, dado que la migración de tránsito no ha mostrado signos de disminución, los países deben trabajar coordinadamente para diseñar políticas que ayuden a la migración en tránsito, considerando sus necesidades y vulnerabilidades específicas. No hacerlo, puede resultar en respuestas paliativas, reactivas y descoordinadas que fomentan las redes de trata de personas haciendo que la migración sea menos segura y llena de vulnerabilidades.

Más allá de continuar fortaleciendo los esfuerzos alcanzados hasta el momento basados en un mejor diseño de políticas de cooperación, diálogo regional y el intercambio de datos sobre la dinámica migratoria (en particular, poblaciones vulnerables como niños y mujeres embarazadas), a nivel nacional, los gobiernos de la región pueden además profesionalizar y hacer más eficiente el control fronterizo y hacer que su gestión sea cada vez más transparente. También, se deberá brindar mayor protección capaz de abordar las necesidades humanitarias a las personas en situación de movilidad humana. Adicionalmente, los países receptores de migrantes necesitarán expandir o crear mayores vías legales, que permitan desincentivar la migración irregular y que se siga generando una migración insegura y desordenada.

Los formuladores de políticas públicas también deben ofrecer un espacio a los gobiernos regionales y municipales quienes han estado notablemente fuera de la discusión regional y que muchas veces deben sobrellevar la peor parte de estas crisis. Ni en el norte ni en el sur del Continente queremos que se repitan tragedias como Colchane o el Tapón del Darién, para ello se requiere de forma urgente de una verdadera y amplia cooperación regional. Este es un momento oportuno para abrir el espectro a una discusión regional más amplia y profunda entre los países de todo el hemisferio.

 RONALD WILSON

lunes, 19 de diciembre de 2022



MIGRACIÓN Y RACISMO

Las Naciones Unidas han concluido un proceso de formulación del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, que se formula desde los Objetivos de Desarrollo Sustentable ODS 2030.


El Pacto Mundial enumera 23 objetivos para la acción de los Estados, reforzados por compromisos específicos, que pretenden abordar los retos relacionados con la migración actual. Los compromisos y acciones del GCM pueden considerarse una guía para que los Estados cumplan con sus obligaciones en materia de derechos humanos a la hora de diseñar medidas de gobernanza de la migración para reducir los riesgos y vulnerabilidades a los que se enfrentan los migrantes en las diferentes etapas de la migración y para crear condiciones propicias que permitan a todos los migrantes convertirse en miembros activos de la sociedad.  [i]

Así mismo en la Declaración de los Ángeles de 2022, se plantea que, “Renovando nuestro compromiso de respetar y garantizar los derechos humanos de todos los migrantes y personas que necesitan protección internacional, reconocemos la responsabilidad de cada país de gestionar los movimientos mixtos a través de las fronteras internacionales de manera segura, humana, ordenada y regular.  Tenemos la intención de ampliar los esfuerzos de colaboración para salvar vidas, abordar la violencia y la discriminación, contrarrestar la xenofobia y combatir el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas.  Esto incluye una mayor colaboración para enjuiciar a las organizaciones delictivas de tráfico ilícito de migrantes y trata de personas, así como a sus facilitadores y redes de lavado de dinero.  Nos comprometemos a proporcionar protección y asistencia adecuadas a las personas victimizadas”.  [ii]

Chile está lejos de equipararse a esos consensos mundiales. Como país nos negamos a entender que las migraciones son la base del proceso de integración, debido al aporte permanente de los diferentes orígenes nacionales   y de sus aportes en al ámbito social, económico y especialmente de la cultura. No somos capaces de comprender que los derechos políticos y sociales de los migrantes, son aportes al relacionamiento de los estados en los procesos de integración política y económica, pero en Chile, miramos a los migrantes con desconfianza y miedo.

Para nuestro país se hace urgente diseñar una Política de Acogida e Inserción Integral de las personas migrantes desde  una perspectiva de Derechos Humanos y de respeto a la realidad intercultural,  que promuevan el desarrollo de una Cultura de la Migración. Esta política de acogida  presupone un rechazo explícito a toda forma de  xenofobia, racismo, exclusión  y discriminación. 

Esa falta de comprensión de las migraciones como un fenómeno de desarrollo intercultural que enriquece a los países, en nuestro país lo asociamos  a comportamientos criminaliza el fenómeno migratorio a través del racismo y la discriminación.

Se supone para ciertas concepciones antropológicas tradicionales  que el  concepto de ‘raza’, nos identifica y por ende nos singulariza y nos separa. La tradicional selección de razas de Friedrich Blumenbach en 1790 consideraba la existencia de cinco razas, mongólica, amarilla, americana, caucásica o blanca, malaya o asiática, etíope o negra  Gobineau, en 1853, reconocía solo tres razas, blanca, amarilla y negra.

Para algunos la noción de raza supone la amalgama necesaria entre ciertos rasgos corporales como el color de la piel que son concebidos como heredados e inmutables con unas características intelectuales y de comportamiento que se consideran irremediablemente derivadas. De esta manera se entiende el concepto de raza cuando se afirma que alguien piensa o se comporta de esta u otra forma porque es negro o porque es indio.

Pero no existen fundamentos válidos de orden genético para desagregar significativamente los tipos humanos en razas. Las variaciones genéticas no corroboran la existencia de entidades biológicas en términos raciales. Las variaciones en las tipologías indican que son construcciones históricas, que evidencian la arbitrariedad de la selección de unos rasgos corporales pero no de otros. Resaltar el color de la piel o la forma de la nariz, del cabello o de los labios, son afirmaciones arbitrarias para clasificar poblaciones. Además, ninguna de las ‘razas’ así desagregadas son homogéneas en cualquiera de los rasgos seleccionados. El color de la piel, varía grandemente entre las poblaciones clasificadas como negras o blancas. Por tanto separar, clasificar a una población por rasgos físicos es mera discriminación arbitraria. Es “racismo”.

Podemos afirmar que “racismo” es considerada una actitud que de por sí es discriminante. Esto se debe a que el racismo considera a las demás personas que no son de una misma característica, como seres diferentes.  Generalmente, una persona desprecia a otra por alguna peculiaridad singular que, la difiere de lo que desde su punto de vista, considera como un patrón normal.

Muchas veces este patrón está asociado al color de piel. Por tanto, se puede ver que el racismo busca intencionalmente disminuir o inhabilitar los derechos humanos de la persona que se discrimina por presentar un color de piel diferente o rasgos físicos distintos, que suponen el pertenecer a una ‘raza’ diferente.

El racismo es un tipo de discriminación, basado en la idea de diferencia étnica  y de que algunas de dichas “razas” son superiores a otras. Para los racistas los seres humanos están divididos de acuerdo al color de su piel y demás rasgos físicos que determinan “a qué raza pertenecen”. Este tipo de discriminación tiene su existencia histórica desde los principios de la civilización, y sigue siendo muy común, observándose incluso en las sociedades más avanzadas. Debido al racismo se han cometido hechos atroces y se han violado derechos humanos durante siglos, como sucedió con la esclavitud  de negros africanos en América.

Muchos genocidios, incluido el Holocausto nazi, el genocidio armenio,  kurdo o gitano,  han ocurrido debido a las ideas racistas de algunas personas o grupos. Por otra parte, cabe destacar que no siempre se discrimina sólo por el color de la piel,  no sólo se discrimina a los negros aunque este grupo ha sido el más afectado, también se discrimina por el simple hecho de pertenecer a una nación o cultura diferente. Parte de ello es el racismo de las sociedades criollas hacia las poblaciones indígenas de América. En Chile nuestro ancestral racismo hacia la población mapuche, es parte de nuestra cultura discriminadora.

A su vez, la discriminación implica  actitudes en la que se menosprecien a otros seres humanos. Estos actos incluyen pero no se limitan a exclusión, distinción y la consideración como seres inferiores o sin valor alguno. Esto tiene como origen diferencias de raza, de religión, de nacionalidad, sexo, género, discapacidad, entre muchas otras razones.

La palabra "aporofobia" ha sido acuñada por la filósofa española Adela Cortina en varios artículos de prensa y en libros en los que llama la atención sobre el hecho de que solemos llamar "xenofobia" o "racismo" al rechazo a migrantes o refugiados, pero  en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres.

La discriminación y el racismo generalmente se sustentan  en que el persecutor  pretende excluir de su entorno la insignificancia, la carencia, la falta, los defectos, a los que supone patrimonio exclusivo de los otros,  intentando consolidar de este modo una certeza  de superioridad arrogante e irreductible. Por eso recrea, una y otra vez la amenaza,  pero esta no le resuelve nada, dado que por el contrario corre constantemente el riesgo de retroceder, con el consiguiente temor al propio aniquilamiento. A partir de allí el racista reafirma la convicción que  "soy fuerte, perfecto, eterno, invulnerable, en tanto el otro es el débil, el enfermo, el defectuoso, el lisiado, el carente". Compendiando  todos los defectos en el otro, así, los discriminados son  la garantía de un modo de ser que se afirma en el odio, con una absoluta incapacidad para asumir el propio desarraigo y las propias carencias. Este racismo como temor al otro, al inferior, se exacerba y se hace realidad en la experiencia de las migraciones.

En la migración, el miedo a perder la identidad nacional, el temor  al ‘otro’ contribuyendo a reforzar el racismo, la xenofobia, el clasismo, la aporofobia,   creando un medio hostil hacia las minorías.  Estos miedos se utilizan a menudo como excusas para justificar una mayor intolerancia y contribuyen directamente a incrementar los crímenes inspirados por el odio. Un crimen de odio contra una persona nos convierte a todos en victimas de  estas manifestaciones enfermizas.

 El racismo, como expresión del odio, se nutre en los humildes que huyen de sus países de origen, ante la falta de oportunidades para irse a trabajar  por sueldos de miseria en las tareas que los poderosos xenófobos desprecian. En pleno Siglo XXI prevalece la discriminación y la esclavitud más envilecida.

 Históricamente, el racismo fue construido como una de las claves para la justificar la dominación de unos pueblos o culturas sobre otras, esencialmente desde Europa y su modelo de civilización occidental, para dominar a los pueblos de América, Asia o África. De esta manera, se construyó la percepción de lo “blanco” como superior a otros pueblos.

Las personas migrantes que viven en Chile, corresponden al 7,5% de la población del país y eso se traduce en 1.462.103, estimación actualizada a diciembre de 2020, entregada por el Depto. de Extranjería y Migración y el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela R4V, “El 73 por ciento de las personas encuestadas que ingresaron a Chile mencionaron realizarlo a través de pasos no oficiales y un porcentaje desconocido se encuentra en situación irregular al no contar con una visa vigente, lo que representa una barrera importante para su integración socioeconómica en el país. En ese sentido, resulta necesario que los socios R4V trabajen en conjunto con actores nacionales para encontrar estrategias de inclusión económica y coexistencia pacífica con la comunidad de acogida. Además, esta situación hace que la población venezolana en Chile sea más vulnerable a experimentar episodios o situaciones de discriminación; por tanto, es indispensable elaborar estrategias para actuar contra la xenofobia y la discriminación. Se destaca que el 64 por ciento de la población refugiada y migrante venezolana que se encuentra en las regiones del norte viven en condiciones de vulnerabilidad, incluyendo a personas en situación de calle. De acuerdo con la información levantada en la evaluación de necesidades, la población en tránsito local requiere de respuesta en alimentación, alojamiento y sobre todo en cuanto a lo que respecta a transporte humanitario para lograr desplazarse a sus destinos finales. Finalmente, además de los servicios de protección que requieren las personas refugiadas y migrantes venezolanas en Chile, integrarlas al sector productivo y promover una cohesión social, es esencial elaborar estrategias para responder a sus necesidades más inmediatas, las cuales han incrementado con el aumento de ingresos por pasos no habilitados. Se recoge que las principales necesidades de la población venezolana serían alojamiento, atención en salud, alimentación, y educación”.  [iii]

Si bien el fenómeno del racismo y la xenofobia es complejo y multidimensional, en la actualidad se ha exacerbado a partir de políticas y discursos que lo fomentan, a nivel nacional e internacional, especialmente desde sectores de derecha y extrema derecha.

Asimismo, los medios de comunicación cumplen un importante papel en la creación de estereotipos, al asociar la migración a la delincuencia, el narcotráfico, la violencia o la prostitución.

En Chile, aún estamos a tiempo para frenar este fenómeno del racismo ligado a la migración, con la nueva Ley de Migraciones y con lo que esperamos sea una ventajosa política Nacional de Migraciones, que genere políticas públicas, que entreguen herramientas concretas para combatir este flagelo del racismo migratorio.

 

 


CRITERIOS PARA UN CONSUMO RESPONSABLE

Conforme al Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, las Naciones Unidas llaman a revisar los modelos no sostenibles de consumo y producción de los países industrializados que conforman una de las principales causas del deterioro del medio ambiente. El consumo y la producción responsables deben promover el bienestar y los planes generales de desarrollo económicos, ambientales y sociales: uso eficiente de los recursos y la energía, perfeccionamiento de los servicios y empleos ecológicos y construcción amable con el medio ambiente.

El consumo responsable responde a una elección de productos y servicios en base a su calidad y precio, a su impacto ambiental, sanitario y social y a la conducta productivas y sociales de las empresas que los elaboran. La realización de un cambio social en torno a nuestros hábitos de consumo es inaplazable. El principio fundamental del cambio significa que todos somos responsables de nuestro consumo y de los impactos sociales, sanitarios y ambientales de la producción. Además, implica que también es necesario tomas conciencia personal y colectiva de consumir solo lo necesario y evaluar la influencia de la publicidad en la creación de necesidades superfluas.

Por tanto, esta responsabilidad se lleva a cabo en relación a dos grandes ejes:

  • En el medio ambiente, soporte de la vida en el planeta, teniendo en cuenta que debemos priorizar productos con menor impacto ambiental y reducir el consumo de los recursos naturales más limitados.
  • En las personas, asumiendo y defendiendo solidariamente la obligación de garantizar los mismos derechos para todas las personas y toda la sociedad.

Cuando añadimos el calificativo de responsable a nuestro consumo estamos teniendo en cuenta la importancia que tiene la elección del consumidor entre los distintos bienes y servicios que le ofrece el mercado. Es muy importante conocer aquellos productos que valoran, por un lado, la justicia social, la ética y la solidaridad y, por otro lado, la protección del medio ambiente.

La ciudadanía puede convertir su capacidad de compra en un importante instrumento de presión, ya que puede promover esos valores a través de su compra y tiene en sus manos poder gratificar a quienes cumplen determinadas garantías sociales, laborales y medio ambientales.


CRITERIOS PARA UN CONSUMO RESPONSABLE

Para ejercer un consumo responsable podemos hacernos una serie de cuestionamientos, por ejemplo, respecto la necesidad imperiosa de comprar, de satisfacer un deseo, de la libertad que estoy ejerciendo al comprar o lo hago por compulsión o ansiedad, que quizás tengo los suficiente de ese producto y solo voy a acumular, si me he informado bien sobre la calidad y precio, si es un producto reciclable, y cómo se ha producido ese bien, con mano de obra bien remunerada o con mano de obra “esclava”. Dónde efectúo esa compra, en un local establecido legalmente, o en el comercio informal, donde no tengo ninguna garantía de calidad, seguridad e higiene.

La respuesta a todas estas interrogantes nos debería dar respuesta si estamos haciendo un consumo responsable y darnos cuenta que realizar un consumo responsable solamente implica realizar un pequeño cambio en nuestros hábitos de consumo, lo que no conlleva ningún inconveniente considerable ni requiere un esfuerzo específico adicional.

A la hora de comprar recuerda que:

  • Debes hacerte las preguntas señaladas anteriormente y, sobre todo, pensar si lo que vas a comprar va a satisfacer realmente una necesidad o un deseo, o bien si lo compras compulsivamente.
  • Piensa a qué tipo de comercio quieres favorecer. No olvides que consumir productos locales, productos ecológicos o de comercio justo, productos naturales y productos reutilizados y reciclados, son sin duda la mejor opción medioambiental y social.
  • Infórmate de las repercusiones sociales y medioambientales de los bienes y servicios. Pide información. Es tu derecho.
  • Asegúrate de la calidad de lo que compras de cara a adquirir bienes más saludables y duraderos.
  • Busca alternativas que minimicen la explotación de los recursos naturales: segunda mano, reutilizar, intercambios, reparación.
  • Haz un buen mantenimiento de lo que compras y, cuando acabe la vida útil de un producto, ten en cuenta las posibilidades de reciclar los materiales de que está hecho.

Ronald Wilson