MIGRACIÓN Y RACISMO
Las Naciones Unidas han concluido un proceso de formulación del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, que se formula desde los Objetivos de Desarrollo Sustentable ODS 2030.
Así mismo en la Declaración de los Ángeles de 2022, se plantea que, “Renovando
nuestro compromiso de respetar y garantizar los derechos humanos de todos los
migrantes y personas que necesitan protección internacional, reconocemos la
responsabilidad de cada país de gestionar los movimientos mixtos a través de
las fronteras internacionales de manera segura, humana, ordenada y
regular. Tenemos la intención de ampliar
los esfuerzos de colaboración para salvar vidas, abordar la violencia y la
discriminación, contrarrestar la xenofobia y combatir el tráfico ilícito de
migrantes y la trata de personas. Esto
incluye una mayor colaboración para enjuiciar a las organizaciones delictivas
de tráfico ilícito de migrantes y trata de personas, así como a sus facilitadores
y redes de lavado de dinero. Nos
comprometemos a proporcionar protección y asistencia adecuadas a las personas
victimizadas”. [ii]
Chile está lejos de equipararse a
esos consensos mundiales. Como país nos negamos a entender que las migraciones
son la base del proceso de integración, debido al aporte permanente de los diferentes
orígenes nacionales y de sus aportes en al ámbito social,
económico y especialmente de la cultura. No somos capaces de comprender que los
derechos políticos y sociales de los migrantes, son aportes al relacionamiento
de los estados en los procesos de integración política y económica, pero en
Chile, miramos a los migrantes con desconfianza y miedo.
Para nuestro país se hace urgente diseñar una Política de Acogida e
Inserción Integral de las personas migrantes desde una perspectiva de Derechos Humanos y de
respeto a la realidad intercultural, que
promuevan el desarrollo de una Cultura de la Migración. Esta política de
acogida presupone un rechazo explícito a
toda forma de xenofobia, racismo, exclusión
y discriminación.
Esa falta de comprensión de las migraciones como un fenómeno de desarrollo
intercultural que enriquece a los países, en nuestro país lo asociamos a comportamientos criminaliza el fenómeno
migratorio a través del racismo y la discriminación.
Se supone para ciertas concepciones antropológicas tradicionales que el
concepto de ‘raza’, nos identifica y por ende nos singulariza y nos
separa. La tradicional selección de razas de Friedrich Blumenbach en 1790
consideraba la existencia de cinco razas, mongólica, amarilla, americana,
caucásica o blanca, malaya o asiática, etíope o negra Gobineau, en 1853, reconocía solo tres razas,
blanca, amarilla y negra.
Para algunos la noción de raza
supone la amalgama necesaria entre ciertos rasgos corporales como el color de
la piel que son concebidos como heredados e inmutables con unas características
intelectuales y de comportamiento que se consideran irremediablemente
derivadas. De esta manera se entiende el concepto de raza cuando se afirma que
alguien piensa o se comporta de esta u otra forma porque es negro o porque es indio.
Pero no existen fundamentos válidos
de orden genético para desagregar significativamente los tipos humanos en razas.
Las variaciones genéticas no corroboran la existencia de entidades biológicas
en términos raciales. Las variaciones en las tipologías indican que son
construcciones históricas, que evidencian la arbitrariedad de la selección de
unos rasgos corporales pero no de otros. Resaltar el color de la piel o la
forma de la nariz, del cabello o de los labios, son afirmaciones arbitrarias
para clasificar poblaciones. Además, ninguna de las ‘razas’ así desagregadas
son homogéneas en cualquiera de los rasgos seleccionados. El color de la piel,
varía grandemente entre las poblaciones clasificadas como negras o blancas. Por
tanto separar, clasificar a una población por rasgos físicos es mera
discriminación arbitraria. Es “racismo”.
Podemos afirmar que “racismo” es
considerada una actitud que de por sí es discriminante. Esto se debe a que el
racismo considera a las demás personas que no son de una misma característica,
como seres diferentes. Generalmente, una
persona desprecia a otra por alguna peculiaridad singular que, la difiere de lo
que desde su punto de vista, considera como un patrón normal.
Muchas veces este patrón está
asociado al color de piel. Por tanto, se puede ver que el racismo busca
intencionalmente disminuir o inhabilitar los derechos humanos de la persona que
se discrimina por presentar un color de piel diferente o rasgos físicos
distintos, que suponen el pertenecer a una ‘raza’ diferente.
El racismo es un tipo de
discriminación, basado en la idea de diferencia étnica y de que algunas de dichas “razas” son
superiores a otras. Para los racistas los seres humanos están divididos de
acuerdo al color de su piel y demás rasgos físicos que determinan “a qué raza
pertenecen”. Este tipo de discriminación tiene su existencia histórica desde
los principios de la civilización, y sigue siendo muy común, observándose incluso
en las sociedades más avanzadas. Debido al racismo se han cometido hechos
atroces y se han violado derechos humanos durante siglos, como sucedió con la
esclavitud de negros africanos en
América.
Muchos genocidios, incluido el
Holocausto nazi, el genocidio armenio,
kurdo o gitano, han ocurrido
debido a las ideas racistas de algunas personas o grupos. Por otra parte, cabe
destacar que no siempre se discrimina sólo por el color de la piel, no sólo se discrimina a los negros aunque este
grupo ha sido el más afectado, también se discrimina por el simple hecho de
pertenecer a una nación o cultura diferente. Parte de ello es el racismo de las
sociedades criollas hacia las poblaciones indígenas de América. En Chile
nuestro ancestral racismo hacia la población mapuche, es parte de nuestra
cultura discriminadora.
A su vez, la discriminación implica
actitudes en la que se menosprecien a
otros seres humanos. Estos actos incluyen pero no se limitan a exclusión,
distinción y la consideración como seres inferiores o sin valor alguno. Esto tiene
como origen diferencias de raza, de religión, de nacionalidad, sexo, género, discapacidad,
entre muchas otras razones.
La palabra
"aporofobia" ha sido acuñada por la filósofa española Adela
Cortina en varios artículos de prensa y en libros en los que llama la
atención sobre el hecho de que solemos llamar "xenofobia" o
"racismo" al rechazo a migrantes o refugiados, pero en realidad esa aversión no se produce por su
condición de extranjeros, sino porque son pobres.
La discriminación y el racismo
generalmente se sustentan en que el
persecutor pretende excluir de su entorno
la insignificancia, la carencia, la falta, los defectos, a los que supone
patrimonio exclusivo de los otros, intentando consolidar de este modo una certeza
de superioridad arrogante e
irreductible. Por eso recrea, una y otra vez la amenaza, pero esta no le resuelve nada, dado que por el
contrario corre constantemente el riesgo de retroceder, con el consiguiente
temor al propio aniquilamiento. A partir de allí el racista reafirma la
convicción que "soy fuerte, perfecto, eterno, invulnerable, en tanto
el otro es el débil, el enfermo, el defectuoso, el lisiado, el carente". Compendiando
todos los defectos en el otro, así, los
discriminados son la garantía de un modo
de ser que se afirma en el odio, con una absoluta incapacidad para asumir el
propio desarraigo y las propias carencias. Este racismo como temor al otro, al
inferior, se exacerba y se hace realidad en la experiencia de las migraciones.
En la migración, el miedo a
perder la identidad nacional, el temor al ‘otro’ contribuyendo a reforzar el racismo,
la xenofobia, el clasismo, la aporofobia, creando un medio hostil hacia las minorías. Estos miedos se utilizan a menudo como excusas
para justificar una mayor intolerancia y contribuyen directamente a incrementar
los crímenes inspirados por el odio. Un crimen de odio contra una persona nos
convierte a todos en victimas de estas
manifestaciones enfermizas.
El racismo, como expresión
del odio, se nutre en los humildes que huyen de sus países de origen, ante la
falta de oportunidades para irse a trabajar por sueldos de miseria en las tareas que los
poderosos xenófobos desprecian. En pleno Siglo XXI prevalece la discriminación
y la esclavitud más envilecida.
Históricamente, el racismo
fue construido como una de las claves para la justificar la dominación de unos
pueblos o culturas sobre otras, esencialmente desde Europa y su modelo de
civilización occidental, para dominar a los pueblos de América, Asia o África.
De esta manera, se construyó la percepción de lo “blanco” como superior a otros
pueblos.
Las personas migrantes que viven
en Chile, corresponden al 7,5% de la población del país y eso se traduce en
1.462.103, estimación actualizada a diciembre de 2020, entregada por el Depto.
de Extranjería y Migración y el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Según la Plataforma de Coordinación
Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela R4V, “El 73 por ciento
de las personas encuestadas que ingresaron a Chile mencionaron realizarlo a
través de pasos no oficiales y un porcentaje desconocido se encuentra en
situación irregular al no contar con una visa vigente, lo que representa una
barrera importante para su integración socioeconómica en el país. En ese
sentido, resulta necesario que los socios R4V trabajen en conjunto con actores
nacionales para encontrar estrategias de inclusión económica y coexistencia
pacífica con la comunidad de acogida. Además, esta situación hace que la
población venezolana en Chile sea más vulnerable a experimentar episodios o
situaciones de discriminación; por tanto, es indispensable elaborar estrategias
para actuar contra la xenofobia y la discriminación. Se destaca que el 64 por
ciento de la población refugiada y migrante venezolana que se encuentra en las regiones
del norte viven en condiciones de vulnerabilidad, incluyendo a personas en
situación de calle. De acuerdo con la información levantada en la evaluación de
necesidades, la población en tránsito local requiere de respuesta en
alimentación, alojamiento y sobre todo en cuanto a lo que respecta a transporte
humanitario para lograr desplazarse a sus destinos finales. Finalmente, además
de los servicios de protección que requieren las personas refugiadas y
migrantes venezolanas en Chile, integrarlas al sector productivo y promover una
cohesión social, es esencial elaborar estrategias para responder a sus
necesidades más inmediatas, las cuales han incrementado con el aumento de
ingresos por pasos no habilitados. Se recoge que las principales necesidades de
la población venezolana serían alojamiento, atención en salud, alimentación, y
educación”. [iii]
Si bien el fenómeno del racismo y
la xenofobia es complejo y multidimensional, en la actualidad se ha exacerbado
a partir de políticas y discursos que lo fomentan, a nivel nacional e
internacional, especialmente desde sectores de derecha y extrema derecha.
Asimismo, los medios de
comunicación cumplen un importante papel en la creación de estereotipos, al
asociar la migración a la delincuencia, el narcotráfico, la violencia o la
prostitución.
En Chile, aún estamos a tiempo
para frenar este fenómeno del racismo ligado a la migración, con la nueva Ley
de Migraciones y con lo que esperamos sea una ventajosa política Nacional de
Migraciones, que genere políticas públicas, que entreguen herramientas
concretas para combatir este flagelo del racismo migratorio.
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