jueves, 15 de diciembre de 2022

 


Crisis migratoria y delincuencia. 

Por Jaime Esponda Fernández.

diciembre 15, 2022

Por más de una década, se extiende la mayor crisis migratoria que haya vivido la humanidad desde la Segunda Guerra, caracterizada por grandes desplazamientos de personas, a causa de la violencia interna, violaciones masivas de derechos humanos o insubsistencia económica, pero que no son consideradas legalmente idóneas para recibir el estatus de refugiado. Son más de 89 millones las personas que, según la ONU, se vieron obligadas a emigrar forzosamente en 2021[1].  La crisis mundial se ha expandido a América, donde el éxodo desde Venezuela, que suma siete millones de personas[2], representa el más dramático suceso migratorio en cuarenta años, incluso de mayor envergadura que la crisis centroamericana de los años ochenta. Más de cuatrocientas cincuenta mil de esas personas se hallan en Chile.

Este es el contexto, tantas veces omitido, que desató el desborde migratorio de migrantes pobres que llegaron a Colchane en el verano de 2021, el cual ha ido descendiendo. A lo menos, veintisiete personas han fallecido, debido al rigor del viaje.

También forma parte de ese contexto el discurso de la extrema derecha sobre la crisis migratoria, que tanto en Europa como en América apuesta crecer sobre la base de fomentar en la población menos ilustrada sentimientos anti – migrantes que, elaborados, se transforman en ideologías capaces de justificar políticas xenófobas y de entorpecer políticas migratorias responsables.                                              

Como es recurrente, la crisis migratoria favorece el ingreso irregular de extranjeros al país, el tráfico de personas y, por cierto, aprovechando las falencias del control de frontera, la intrusión de un porcentaje reducido pero dañoso de grupos delincuenciales. En los últimos meses se ha redoblado la vigilancia policial en los pasos habilitados, lo cual permitió, por ejemplo, contener al centenar de personas que intentó ingresar ilegalmente por Chacalluta, aunque la prensa no destacó el éxito policial.

También, ha aumentado el despliegue de Carabineros en las zonas fronterizas, monitoreando eventuales flujos en trayectos georreferenciados. Además, el Gobierno se manifiesta “completamente disponible” a incluir las fronteras y rutas lindantes en la futura Ley de Infraestructura, lo cual permitiría que el Ejército contribuya al control de esas áreas del espacio terrestre, como lo hace la Armada sobre el espacio marítimo y la FACH respecto al espacio aéreo. 

Sin duda, pese a estas medidas, el mayor obstáculo para un control de la migración irregular lo encuentra el Gobierno en las dificultades para que los gobiernos de la Región, más allá de declaraciones de buena voluntad, como en la XX Conferencia Sudamericana sobre Migraciones[3],materialicen un acuerdo que permita la cogestión responsable y equitativa del flujo de migración forzosa desde Venezuela. 

 La profusa información y propaganda por las redes sociales que identifica la migración con el crimen y a todos los migrantes como personas peligrosas, obedece a la idea anti migratoria que anida en la extrema derecha. Lo grafica el título puesto a la bancada de diputados “Contra el Crimen Organizado y la Inmigración Ilegal“. Relacionando ambos fenómenos, como si fueran correlativos, su líder sostiene que el país vive “con homicidios prácticamente todos los días y con una inmigración ilegal que está descontrolada[4].

Pero, junto con refutar tal infundada correlación es necesario asumir la dura realidad que muestra cómo, en medio de la inmigración irregular, se filtran pocas pero peligrosas bandas organizadas para cometer delitos violentos, incluso contra efectivos de la policía, las cuales han introducido nuevos modus operandi criminales. Su impacto es limitado. En efecto, según Gendarmería de Chile, solo un 10 % de las personas en prisión son extranjeras y el 61% de ellas se relaciona con tráfico de drogas[5]. Pero, de otro lado, el aumento de esa población penal, en el Norte Grande, ha sobrepasado porcentualmente el incremento nacional de la inmigración, lo cual es atribuible, principalmente, a la irregularidad en el ingreso al territorio nacional. Ello no ocurre en la Región Metropolitana, donde reside el 60 por cierto de la población migrante.

Con todo, de los datos se ratifica que es irresponsable la identificación generalizada de migración con delincuencia. Además, según entidades autorizadas, en nuestro país hay carencias en la información relacionada con el crimen organizado y los delitos violentos, por ejemplo, en los homicidios[6], que impiden realizar análisis más complejos. Y en cuanto a la participación de extranjeros, el fiscal nacional (s) ha sostenido que “de acuerdo a los registros (…) el 90% y más de los homicidios son cometidos por nacionales[7].

En fin, un aspecto básico de la gobernabilidad de las migraciones, como es la inserción laboral de los migrantes, la inmensa mayoría de los cuales tienen sus papeles en regla se ve perjudicada por la identificación indiscriminada que se hace de la migración con la delincuencia. Según una investigación del Centro Nacional de Estudios Migratorios de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Talca, el 50,7% de los migrantes posee la percepción de que aquella malsana identificación genera desconfianza en sus eventuales empleadores[8].

A pesar de los evidentes esfuerzos gubernamentales para enfrentar la situación del Norte en los aspectos migratorios y de seguridad, esa engañosa campaña de politización continúa. Un ex director de Extranjería, que parece medir el éxito de una política migratoria según la cantidad de expulsiones, se queja de que solo se hubiesen realizado 471 hasta el mes de agosto. El actual Director Nacional de Migraciones ha especificado que existen “más de 1.300 procesos de expulsión” en trámite que no se han podido materializar, principalmente por problemas de notificación a cuya superación apunta un proyecto de Ley presentado por el Gobierno[9]

Pero no ha bastado el impulso de este proyecto, para que cese aquella campaña, ni tampoco el proyecto de Ley gubernamental que permite expulsar a los condenados extranjeros por delitos contra la Ley de drogas. Persistiendo en su empeño, los adalides de la operación han pedido se decrete el estado de excepción constitucional, aunque saben que el constituyente no lo creó para tal finalidad. Y pese a que el control de identidad se ha mostrado ineficaz para combatir el delito, se presenta en la Cámara baja un proyecto que propone la detención de extranjeros, incluso en situación de regularidad, si no pueden acreditar ésta; otro proyecto que suprime el derecho al recurso administrativo de los extranjeros con prohibición de ingreso al territorio nacional; un tercero que busca publicitar las expulsiones; y, por último, otro de la senadora Ebensperger que impide a una persona perseguida solicitar el estatus de refugiado al llegar al país. Que el norte de esta seguilla de iniciativas, desvinculadas unas de otras, no es otro que generar un ánimo anti migrante en la población lo evidencia, últimamente, la exagerada alarma provocada por las consecuencias migratorias de la situación política del Perú.

Ante la realidad que se vive en las regiones del Norte, el Derecho tiene respuestas claras. Desde luego, el Estado debe ejercer vigilancia en las fronteras, para evitar el ingreso ilegal de personas, y la actual legislación contempla que quien intente ingresar al país infringiendo los requisitos legales, “será inmediatamente reembarcado o reconducido a la frontera[10]. Pero es también ajustado a derecho que, en situaciones de índole humanitaria, la persona que ingresa irregularmente puede ser acogida; que, en casos debidamente calificados por la Subsecretaría del Interior, se puede conceder una visa de residencia temporal a personas que no reúnen los requisitos para obtener dicho permiso; y también, que si un perseguido que ingresó al país por paso no habilitado o que se encuentra irregularmente en el país se presenta ante la autoridad migratoria y formaliza su solicitud de refugio, esta deberá ser tramitada[11].

Con todo, para enfrentar la crisis migratoria y sus eventuales repercusiones en la seguridad, más decisiva incluso que la aplicación de la legislación es la respuesta política que se le otorgue, tanto en el ámbito nacional como en el plano internacional. Esta respuesta, necesariamente, debe abordar el fenómeno migratorio en toda su complejidad y ha de formar parte de la Política Nacional Migratoria que, según ha informado el Gobierno, “se encuentra en fase de formulación”[12]. Y, aunque cause escozor a la extrema derecha, el núcleo de dicha política debe residir en la compatibilización de los intereses nacionales con el irrestricto respeto a los derechos humanos de cada persona migrante, cualquiera sea su situación migratoria. Sobre esa base, toda política migratoria, abierta o restrictiva, es aceptable para el Derecho Internacional.

Una premisa imprescindible, de acuerdo a la dura experiencia, es la gravedad que reviste la irregularidad migratoria, tanto para el Estado como para los y las migrantes: para el Estado, por ejemplo, contar con habitantes no identificables y privarse de ingresos tributarios; para la persona migrante, entre otros, su inaccesibilidad a la salud o la vivienda, o su sometimiento a la explotación laboral bajo contratos simulados. Por tanto, el combate frontal contra la irregularidad debe ser un capítulo central de toda política migratoria, en primer término, mediante un efectivo control policial de frontera, pero también mediante políticas responsables de regularización de los extranjeros sin antecedentes penales, para cuya aplicación el Ministerio del Interior se encuentra plenamente autorizado por la Ley migratoria,

Finalmente, en el plano internacional, nuestra Cancillería ha desarrollado, desde el primer día, esfuerzos por lograr de los demás países de nuestra Subregión un compromiso político concreto, para abordar cooperativamente la gobernanza del éxodo forzoso venezolano. Pero, según mi observación y sin perjuicio de los esfuerzos propios de cada gobierno, salvo los casos de Colombia, Perú y Ecuador, existe desinterés para materializar aquel compromiso, sin el cual el esfuerzo financiero de las Naciones Unidas, que alcanzará en 2023 los 1.720 millones de dólares, no será suficiente ni efectivo.


[1] ACNUR, Tendencias Globales de Desplazamiento Forzados en 2021 (2022).

[2] ACNUR y OIM, Comunicado conjunto, Ginebra, 01.12.2022

[3] Declaración de Santiago, XX Conferencia Sudamericana sobre Migraciones 14.10.22

[4] Diputado Juan Manuel Fuenzalida https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2022/12/13

[5] Boletín N°297, del 30 de abril del 2022, de Gendarmería de Chile, Subdirección de Reinserción Social.

[6] Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana (CESC), Avance del Informe Anual de Política Criminal y Seguridad Pública en Chile, diciembre 2022

[7]Juan Agustín Meléndez .Leído en https://www.uchile.cl/noticias/200094/presentan-avances-de-informe-de-politica-criminal-y-seguridad-publica. 13.12.2022.

[8] La 3ª. 10.12.2022.

[9] https://www.24horas.cl/actualidad/nacional/director-del-servicio-nacional-de-migraciones-hemos-iniciado-mas-de-mil-procesos. Leído el 13.12,2022

[10] Artículo 131, Ley de Migración y Extranjería

[11] Decreto Supremo N° 837, de 2011, del Ministerio del Interior, artículo 8°

[12] Dictamen de Contraloría Nº E272989 Fecha: 03-XI-2022

 

Texto publicado en: https://lamiradasemanal.cl/crisis-migratoria-y-delincuencia-por-jaime-esponda-f/ 



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