DIPLOMACIA CIUDADANA
LA SOCIEDAD CIVIL COMO ACTOR GLOBAL
En materia de procesos
internacionales, se pueden mencionar como hitos fundamentales, los procesos de
integración regional que se vienen realizando desde hace décadas en América
Latina. Los intentos integracionistas de la región han sufrido avances y
retrocesos, pero sabemos fehacientemente que una integración regional pertinente
puede contribuir a preservar para las generaciones futuras bienes públicos
globales como el clima y el medio ambiente y simultáneamente aportar a un mayor
desarrollo a nivel global, pero esta máxima en la Región ha sido dificultosa
como herencia de nuestra propia historia.
Algunos de los principales foros
regionales de integración que se han implementado y mantenido con relativo
éxito, son la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la
Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR),
el Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe del
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Comunidad
Andina (CAN), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad
del Caribe (CARICOM), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (ALBA) y la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe
(AILAC). [2]
Quizás las iniciativas que han
suscitado mayores niveles de involucramiento y mayor interés desde la sociedad civil
han sido las propuestas sobre el desarrollo sostenible. Los Objetivos de
Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (ODM) fueron un intento
fundamental a través de la elaboración de ocho objetivos, por los cuales los
Estados Miembros de las Naciones Unidas acordaron alcanzar una meta de
Desarrollo para 2015. Estos ODM fueron firmados en septiembre de 2000,
comprometiendo a los dirigentes mundiales a luchar contra la pobreza, el
hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el deterioro del medio ambiente y la
discriminación contra la mujer.
En el año 2015 se realizó la
Cumbre de Desarrollo Sostenible y elaboró una nueva Agenda 2030 que contiene
los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos Objetivos pretenden ampliar los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y alcanzar aquellos objetivos que no
se cumplieron en la primera agenda. La idea central es que todos los países,
con independencia de su nivel de desarrollo o riqueza, se comprometan a
promover el desarrollo y a proteger el medioambiente. Aunque los Objetivos de
Desarrollo Sostenible no son obligatorios, cada país asume la responsabilidad
de trabajar por su cumplimiento.
El desarrollo de estos procesos
ha permitido, progresivamente, una mayor participación de las Organizaciones de
la Sociedad Civil en los procesos multilaterales de negociación como actores
políticos, aunque con una influencia limitada sobre los sujetos tradicionales
de las relaciones internacionales. Las razones de esta dificultad derivan tanto
de las falencias propias de las organizaciones multilaterales, como de la
naturaleza heterogénea de las OSC. Subyacen en estas problemáticas diferentes lógicas,
como las tensiones entre capacidades universales e intereses particulares,
multilateralismo y unilateralismo, hegemonía y gobernanza, mercado y Estado,
mercado y sociedad, sociedad civil y Estado, globalización y localismo, entre
otros.
Diplomacia Ciudadana
En este contexto las
Organizaciones de la Sociedad Civil han intentado configurar a nivel global una
nueva aproximación a las relaciones internacionales en lo que se ha denominado Diplomacia
Ciudadana.
La diplomacia ciudadana, surge con
el objetivo de caracterizar la participación de la sociedad civil en la
búsqueda de soluciones a conflictos de manera independiente o complementaria a
los esfuerzos diplomáticos tradicionales y para describir las acciones de
incidencia política de dicho sector en organismos multilaterales, agendas
internacionales y en la política exterior de los países. Asimismo, la
diplomacia ciudadana se perfila como una forma eficiente para posicionar
internacionalmente agendas y demandas que a nivel de los Estados no son
atendidas, generando efectos probables que faciliten procesos de incidencia
política a nivel nacional. [3]
Este ejercicio de la diplomacia
ciudadana pueden lograrse a través de:
• Actividades
de lobby y de incidencia política ante gobiernos, organismos multilaterales,
conferencias o reuniones internacionales;
• Elaboración
y presentación de informes alternativos o “informes sombra” ante distintos
comités de Naciones Unidas para asegurar y dar seguimiento al cumplimiento de
los compromisos internacionales que los Estados asumen por medio de la
ratificación de Convenios, Pactos y Tratados Internacionales.
• Uso
del litigio internacional ante los organismos multilaterales, utilizando los
espacios de protección y garantías en materia de derechos humanos (por ejemplo,
las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH).
• Organización
de campañas, mediante redes sociales, y el desarrollo de distintas estrategias
de comunicación internacionales enfocadas a visibilizar y posicionar los temas,
agendas y visiones de la sociedad civil.
• Desarrollo
de proyectos de investigación, observatorios, monitoreos y elaboración de
documentos con perspectiva internacional, que supervisen, cuestionen,
enriquezcan y propongan políticas alternativas a las diseñadas por los
gobiernos y los organismos internacionales.
• Construcción
de redes no gubernamentales internacionales agrupadas alrededor de temas,
regiones o profesiones, y el establecimiento de canales de información y
comunicación regulares al interior de dichas redes.
• Articulación
entre lo local y lo global, que permita
ser una acción externa con referentes locales en el país o región donde
se origina, convirtiéndose en un el canal de comunicación e interlocución entre
la ciudadanía y los centros de decisión y administración del poder a nivel
internacional.
A través de esta otra diplomacia se
amplían los sujetos de las relaciones internacionales, con el objetivo de
lograr mecanismos de deliberación y toma de decisión más inclusiva y
participativa. Este concepto no se opone
a que los Estados sean los sujetos encargados de la formulación e implementación
de la política exterior, sino que busca complementarlos, abriendo espacios que
históricamente han sido privativos de organismos internacionales y de la
diplomacia formal. De este modo, los ciudadanos son quienes se constituyen
igualmente en sujetos de las relaciones inter-estatales y de su respectiva
articulación a nivel global. La participación en procesos globales y regionales
pasa a formar parte del cometido de las distintas expresiones organizativas que
integran la sociedad civil, la cual es por definición, heterogénea, diversa y
plural. Es así como se amplía el concepto de Estado y de diplomacia desde su
dimensión restringida a su dimensión plena: las relaciones entre las naciones
no solo se ejercen por medio de los gobiernos, sino a través de la plena y
protagónica participación de sus pueblos.
De esa forma, la Diplomacia
Ciudadana promueve el relacionamiento no solo a través de las cancillerías,
sino de las redes de la sociedad civil, ejerciendo la democracia participativa
dentro y fuera de los estados, sin restringir al ámbito estatal la construcción
de propuestas sobre políticas sociales, medioambientales, migratorias, articulando así las más variadas formas y
temáticas de la vida democrática.
En el escenario de la globalización,
es necesario potenciar la capacidad de diálogo y de negociación, ya sea en los
aspectos estratégicos como en los coyunturales. Comunicación que se ve urgida
en el actual panorama de crisis económica e inestabilidad política, agravada por la guerra de Ucrania y los efectos cada vez más devastadores del cambio climático.
Resulta cada vez más evidente que
el posicionamiento de los Estados en las instancias de negociación multilateral
requiere integrar las propuestas de la sociedad civil, de tal forma que el
diálogo y la negociación estén acompañados por la presencia organizada y
vigilante de los actores sociales.
Sin duda que desde una visión institucional,
el Estado es el principal actor en las relaciones internacionales y la
diplomacia es un instrumento de éste para la ejecución de su política exterior.
Sin embargo, en tiempos de globalización y de creciente interconectividad, se
constata el surgimiento de nuevos paradigmas que evidencian que la realidad
internacional está compuesta no sólo por relaciones interestatales, sino por
una multiplicidad de actores, agendas y nuevos procesos que desbordan las
fronteras y los límites entre lo interno y lo internacional, entre lo político
y lo social.
Debemos destacar que la
participación de la sociedad civil en las relaciones internacionales no es un
fenómeno reciente, ya que desde el siglo XVII podemos encontrar antecedentes de
acciones y campañas transnacionales impulsadas por ciudadanos y movimientos
sociales, como el movimiento antiesclavista, posteriormente en el siglo XIX el
movimiento de trabajadores o las organizaciones por el sufragio femenino.
Además, la sociedad civil ha estado en el corazón de importantes negociaciones
multilaterales y en la diplomacia, especialmente en los movimientos por la
protección de la paz, los derechos humanos y el medio ambiente, así como en
operaciones de ayuda humanitaria en situaciones de guerra o de desastres
naturales.
Este proceso no ha sido fácil por
la misma atomización y multiplicidad de la sociedad civil, como porque la mayoría de las organizaciones
intergubernamentales que forman parte de la actual estructura de la gobernanza
global aparecen arcaicas y responden a un orden internacional que requiere
urgentes cambios y actualización. Es
claro que su evolución y formas de colaboración no han estado a la altura de
los desafíos globales actuales.
Aun así, en las últimas décadas
la sociedad civil ha logrado convenir cada vez más su participación en encuentros
internacionales, y ser contrapartes válidas y reconocidas de los organismos
internacionales. Es así como las Organizaciones no gubernamentales (ONG) colaboran
activamente con Naciones Unidas como entidades consultivas del Consejo
Económico y Social (ECOSOC) o como entidades acreditadas ante el Departamento
de Comunicación Global. [4]
De la misma forma, la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha creado
espacios para la participación de la sociedad civil en sus actividades que institucionaliza
y posibilita la participación de la sociedad civil en los cuerpos políticos de
la OEA. [5]
La diplomacia ciudadana ha
contribuido no sólo a fortalecer y diversificar las estrategias e impactos de
las OSC, sino a visibilizarlas como actores activos en las relaciones
internacionales, cuyo reconocimiento por parte de diversos organismos y foros
internacionales y regionales, es ya una realidad. Las organizaciones de la
Sociedad Civil han estado presentes en diversos foros y conferencias
internacionales, como son los Foros Mundiales sobre Migración y Desarrollo, en
las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de la Naciones Unidas
sobre Cambio Climático, en los espacios
de consulta en el marco de las cumbres del G20, en la primera Reunión de Alto
Nivel de la Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo, en las
conferencias de la Convención de Eliminación Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer, Cedaw, en las misiones de preparación de la COP 25 y en
diversas conferencias internacionales sobre temas como el VIH/SIDA, la lucha contra la implementación del Acuerdo
Integral de Asociación Transpacífico,
conocido como TPP11, o la presión
masiva en diferentes países para sus gobiernos firmen el Acuerdo Regional sobre
el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia
en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de
Escazú, entre muchos otros.
Una de las instancias más
significativas de participación internacional de la sociedad civil se manifiesta
en la llamada Cumbre de los Pueblos que se reúne desde 2005, casi siempre
coincidiendo con las Cumbres de las Américas de carácter gubernamental. Esta
Cumbre de los Pueblos congrega a organizaciones y articulaciones sociales de
diversos países, para compartir experiencias e impulsar soluciones alternativas
al sistema y fortalecer la organización global y la acción local para frenar la
catástrofe socio ambiental. Su objetivo
general es movilizar y construir una fuerza social global, alternativa al
modelo de producción y consumo neoliberal, y que supere la crisis social y
ecológica que pone en riesgo inminente el futuro de la vida en el planeta.
La diplomacia ciudadana se ha
convertido en un instrumento efectivo de incidencia tanto a nivel nacional como
internacional, en torno a temas como el cambio climático, las políticas
comerciales, los derechos humanos de mujeres, niños, niñas y adolescentes, los
procesos migratorios y de refugio, el tráfico y trata de personas, los derechos
ciudadanos por un consumo responsable, por mencionar algunos de los más
destacados.
Además, las OSC han desarrollado diversas acciones de
diplomacia ciudadana, como la presentación de informes sombra ante distintos comités
de la ONU que se encargan de dar seguimiento al cumplimiento de los compromisos
internacionales adquiridos por los Estados en materia de derechos humanos, la organización de campañas internacionales, y
el uso del litigio internacional en la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, utilizando así los espacios de protección y garantías para la
obtención de sentencias que condenen a los
Estados por violaciones a los derechos humanos, como la resolución CIDH
que declaró la responsabilidad internacional de Chile por violación al acceso a
la justicia, a raíz del rechazo a
demandas civiles de indemnización por daños morales debido a diversos crímenes
de lesa humanidad cometidos entre durante la dictadura cívico-militar, o
últimamente, los diferentes Informes CIDH que condena las violaciones graves,
masivas y repetitivas de derechos humanos en Chile en el marco del Estallido
Social de octubre de 2019 o las denuncias al Estado de Chile ante la Corte
Interamericana por juicios a comuneros mapuches.
En ese sentido, muchas de las
acciones de diplomacia ciudadana no se articulan en torno a nacionalidades,
sino a intereses de clase, sectoriales y temáticos, haciendo que los límites de
las políticas internas y exteriores se hagan cada vez más indeterminados.
Está cada vez más claro, que la
política exterior no debería ser tratada como un asunto exclusivamente del
gobierno, sino como un asunto de interés público. En ese sentido, si bien hemos
tenido valiosos avances en términos de la vinculación entre la Cancillería y la
sociedad civil en los últimos años, aún queda mucho trabajo por hacer para que
la política exterior sea más incluyente y promueva las alianzas estratégicas
necesarias para encontrar soluciones más integrales a los retos del siglo XXI. Es decir, la sociedad civil necesita pensar
localmente y actuar globalmente, para potenciar sus estrategias de incidencia
política, fortalecer su presencia en los debates internacionales y ser una
sociedad civil con alcances globales.
Es urgente que desde la sociedad
civil se logre contribuir a la reflexión
y visibilización de los procesos de diplomacia ciudadana desarrollados, a
través de las voces de los actores que han participado en ellos. Al mismo
tiempo es importante posicionar las voces ciudadanas en torno a los grandes
debates que actualmente se están llevando a cabo sobre los mecanismos y agendas
de desarrollo.
Como bien dice la Asociación
Diplomática y Consular de Colombia, “La vinculación de actores no
gubernamentales, con impacto en las relaciones internacionales y en los
intereses nacionales, es uno de los factores que han fortalecido el ejercicio
de la diplomacia pública en el espectro ciudadano y municipal. Estas nuevas
formas de diplomacia favorecen una participación más activa de la ciudadanía,
una integración de los territorios y una inclusión social en la construcción de
la confianza, la promoción de una cultura de tolerancia, el respeto y la
convivencia general; tal como lo promueve en su introducción el Acuerdo Final
para la Terminación del Conflicto armado colombiano del 24 de noviembre de
2016. Asimilar estas diplomacias en las políticas públicas, propiciará una
Diplomacia para la Paz”. [6]
Finalmente, este es un esfuerzo
por reivindicar a la diplomacia ciudadana como una importante estrategia de
incidencia para la sociedad civil y como un mecanismo que contribuye al
fortalecimiento de la participación ciudadana en el diseño, ejecución y
evaluación de nuestra política exterior, a la democratización de las discusiones
internacionales, a la generación de
redes globales de defensa de los derechos humanos y a la promoción de la
sociedad civil como actor estratégico del desarrollo tanto a nivel nacional
como internacional.
Ronald Wilson
[1] Susana Cruickshank. La diplomacia ciudadana
en los noventa: espacios multilaterales como espacio de interacción
ciudadanía-gobiernos. https://revistadigital.sre.gob.mx/images/stories/numeros/n98/cruickshank.pdf
[3] Brisa
Ceccon Rocha, Diplomacia ciudadana y la sociedad civil como actor global. https://apertus.org.mx/programa-gobierno-abierto/programa-2018/ver-archivo/5bb3b70dc1088.pdf
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