martes, 27 de diciembre de 2022

 


 


DIPLOMACIA CIUDADANA

LA SOCIEDAD CIVIL COMO ACTOR GLOBAL

 Colaboración Global.

 El largo proceso de construcción de una agenda colaborativa a nivel global, iniciado en los años 90, logró instalar en el centro de las preocupaciones mundiales, la lucha contra el hambre y la pobreza, buscando focalizar los esfuerzos de ayuda al desarrollo y bienestar, desplegados de forma disgregada por una multitud de actores. [1]

En materia de procesos internacionales, se pueden mencionar como hitos fundamentales, los procesos de integración regional que se vienen realizando desde hace décadas en América Latina. Los intentos integracionistas de la región han sufrido avances y retrocesos, pero sabemos fehacientemente que una integración regional pertinente puede contribuir a preservar para las generaciones futuras bienes públicos globales como el clima y el medio ambiente y simultáneamente aportar a un mayor desarrollo a nivel global, pero esta máxima en la Región ha sido dificultosa como herencia de nuestra propia historia.     

Algunos de los principales foros regionales de integración que se han implementado y mantenido con relativo éxito, son la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Comunidad Andina (CAN), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC). [2]

Quizás las iniciativas que han suscitado mayores niveles de involucramiento y mayor interés desde la sociedad civil han sido las propuestas sobre el desarrollo sostenible. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (ODM) fueron un intento fundamental a través de la elaboración de ocho objetivos, por los cuales los Estados Miembros de las Naciones Unidas acordaron alcanzar una meta de Desarrollo para 2015. Estos ODM fueron firmados en septiembre de 2000, comprometiendo a los dirigentes mundiales a luchar contra la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el deterioro del medio ambiente y la discriminación contra la mujer.

En el año 2015 se realizó la Cumbre de Desarrollo Sostenible y elaboró una nueva Agenda 2030 que contiene los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).  Estos Objetivos pretenden ampliar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y alcanzar aquellos objetivos que no se cumplieron en la primera agenda. La idea central es que todos los países, con independencia de su nivel de desarrollo o riqueza, se comprometan a promover el desarrollo y a proteger el medioambiente. Aunque los Objetivos de Desarrollo Sostenible no son obligatorios, cada país asume la responsabilidad de trabajar por su cumplimiento.

El desarrollo de estos procesos ha permitido, progresivamente, una mayor participación de las Organizaciones de la Sociedad Civil en los procesos multilaterales de negociación como actores políticos, aunque con una influencia limitada sobre los sujetos tradicionales de las relaciones internacionales. Las razones de esta dificultad derivan tanto de las falencias propias de las organizaciones multilaterales, como de la naturaleza heterogénea de las OSC. Subyacen en estas problemáticas diferentes lógicas, como las tensiones entre capacidades universales e intereses particulares, multilateralismo y unilateralismo, hegemonía y gobernanza, mercado y Estado, mercado y sociedad, sociedad civil y Estado, globalización y localismo, entre otros.

Diplomacia Ciudadana

En este contexto las Organizaciones de la Sociedad Civil han intentado configurar a nivel global una nueva aproximación a las relaciones internacionales en lo que se ha denominado Diplomacia Ciudadana.  

La diplomacia ciudadana, surge con el objetivo de caracterizar la participación de la sociedad civil en la búsqueda de soluciones a conflictos de manera independiente o complementaria a los esfuerzos diplomáticos tradicionales y para describir las acciones de incidencia política de dicho sector en organismos multilaterales, agendas internacionales y en la política exterior de los países. Asimismo, la diplomacia ciudadana se perfila como una forma eficiente para posicionar internacionalmente agendas y demandas que a nivel de los Estados no son atendidas, generando efectos probables que faciliten procesos de incidencia política a nivel nacional. [3]

Este ejercicio de la diplomacia ciudadana pueden lograrse a través de: 

             Actividades de lobby y de incidencia política ante gobiernos, organismos multilaterales, conferencias o reuniones internacionales;

             Elaboración y presentación de informes alternativos o “informes sombra” ante distintos comités de Naciones Unidas para asegurar y dar seguimiento al cumplimiento de los compromisos internacionales que los Estados asumen por medio de la ratificación de Convenios, Pactos y Tratados Internacionales.

             Uso del litigio internacional ante los organismos multilaterales, utilizando los espacios de protección y garantías en materia de derechos humanos (por ejemplo, las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH).

             Organización de campañas, mediante redes sociales, y el desarrollo de distintas estrategias de comunicación internacionales enfocadas a visibilizar y posicionar los temas, agendas y visiones de la sociedad civil.

             Desarrollo de proyectos de investigación, observatorios, monitoreos y elaboración de documentos con perspectiva internacional, que supervisen, cuestionen, enriquezcan y propongan políticas alternativas a las diseñadas por los gobiernos y los organismos internacionales.

             Construcción de redes no gubernamentales internacionales agrupadas alrededor de temas, regiones o profesiones, y el establecimiento de canales de información y comunicación regulares al interior de dichas redes.

             Articulación entre lo local y lo global, que permita  ser una acción externa con referentes locales en el país o región donde se origina, convirtiéndose en un el canal de comunicación e interlocución entre la ciudadanía y los centros de decisión y administración del poder a nivel internacional.

A través de esta otra diplomacia se amplían los sujetos de las relaciones internacionales, con el objetivo de lograr mecanismos de deliberación y toma de decisión más inclusiva y participativa.  Este concepto no se opone a que los Estados sean los sujetos encargados de la formulación e implementación de la política exterior, sino que busca complementarlos, abriendo espacios que históricamente han sido privativos de organismos internacionales y de la diplomacia formal. De este modo, los ciudadanos son quienes se constituyen igualmente en sujetos de las relaciones inter-estatales y de su respectiva articulación a nivel global. La participación en procesos globales y regionales pasa a formar parte del cometido de las distintas expresiones organizativas que integran la sociedad civil, la cual es por definición, heterogénea, diversa y plural. Es así como se amplía el concepto de Estado y de diplomacia desde su dimensión restringida a su dimensión plena: las relaciones entre las naciones no solo se ejercen por medio de los gobiernos, sino a través de la plena y protagónica participación de sus pueblos.

De esa forma, la Diplomacia Ciudadana promueve el relacionamiento no solo a través de las cancillerías, sino de las redes de la sociedad civil, ejerciendo la democracia participativa dentro y fuera de los estados, sin restringir al ámbito estatal la construcción de propuestas sobre políticas sociales,  medioambientales, migratorias,  articulando así las más variadas formas y temáticas de la vida democrática.

En el escenario de la globalización, es necesario potenciar la capacidad de diálogo y de negociación, ya sea en los aspectos estratégicos como en los coyunturales. Comunicación que se ve urgida en el actual panorama de crisis económica e inestabilidad política, agravada por la guerra de Ucrania y los efectos cada vez más devastadores del cambio climático.

Resulta cada vez más evidente que el posicionamiento de los Estados en las instancias de negociación multilateral requiere integrar las propuestas de la sociedad civil, de tal forma que el diálogo y la negociación estén acompañados por la presencia organizada y vigilante de los actores  sociales.

Sin duda que desde una visión institucional, el Estado es el principal actor en las relaciones internacionales y la diplomacia es un instrumento de éste para la ejecución de su política exterior. Sin embargo, en tiempos de globalización y de creciente interconectividad, se constata el surgimiento de nuevos paradigmas que evidencian que la realidad internacional está compuesta no sólo por relaciones interestatales, sino por una multiplicidad de actores, agendas y nuevos procesos que desbordan las fronteras y los límites entre lo interno y lo internacional, entre lo político y lo social.

Debemos destacar que la participación de la sociedad civil en las relaciones internacionales no es un fenómeno reciente, ya que desde el siglo XVII podemos encontrar antecedentes de acciones y campañas transnacionales impulsadas por ciudadanos y movimientos sociales, como el movimiento antiesclavista, posteriormente en el siglo XIX el movimiento de trabajadores o las organizaciones por el sufragio femenino. Además, la sociedad civil ha estado en el corazón de importantes negociaciones multilaterales y en la diplomacia, especialmente en los movimientos por la protección de la paz, los derechos humanos y el medio ambiente, así como en operaciones de ayuda humanitaria en situaciones de guerra o de desastres naturales.

Este proceso no ha sido fácil por la misma atomización y multiplicidad de la sociedad civil,  como porque la mayoría de las organizaciones intergubernamentales que forman parte de la actual estructura de la gobernanza global aparecen arcaicas y responden a un orden internacional que requiere urgentes cambios y actualización.  Es claro que su evolución y formas de colaboración no han estado a la altura de los desafíos globales actuales.

Aun así, en las últimas décadas la sociedad civil ha logrado convenir cada vez más su participación en encuentros internacionales, y ser contrapartes válidas y reconocidas de los organismos internacionales. Es así como las Organizaciones no gubernamentales (ONG) colaboran activamente con Naciones Unidas como entidades consultivas del Consejo Económico y Social (ECOSOC) o como entidades acreditadas ante el Departamento de Comunicación Global. [4] De la misma forma, la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha creado espacios para la participación de la sociedad civil en sus actividades que institucionaliza y posibilita la participación de la sociedad civil en los cuerpos políticos de la OEA. [5]

La diplomacia ciudadana ha contribuido no sólo a fortalecer y diversificar las estrategias e impactos de las OSC, sino a visibilizarlas como actores activos en las relaciones internacionales, cuyo reconocimiento por parte de diversos organismos y foros internacionales y regionales, es ya una realidad. Las organizaciones de la Sociedad Civil han estado presentes en diversos foros y conferencias internacionales, como son los Foros Mundiales sobre Migración y Desarrollo, en las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre Cambio Climático,  en los espacios de consulta en el marco de las cumbres del G20, en la primera Reunión de Alto Nivel de la Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo, en las conferencias de la Convención de Eliminación Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, Cedaw, en las misiones de preparación de la COP 25 y en diversas conferencias internacionales sobre temas como el VIH/SIDA,  la lucha contra la implementación del Acuerdo Integral de Asociación Transpacífico,  conocido como TPP11,  o la presión masiva en diferentes países para sus gobiernos firmen el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, entre muchos otros.

Una de las instancias más significativas de participación internacional de la sociedad civil se manifiesta en la llamada Cumbre de los Pueblos que se reúne desde 2005, casi siempre coincidiendo con las Cumbres de las Américas de carácter gubernamental. Esta Cumbre de los Pueblos congrega a organizaciones y articulaciones sociales de diversos países, para compartir experiencias e impulsar soluciones alternativas al sistema y fortalecer la organización global y la acción local para frenar la catástrofe socio ambiental.  Su objetivo general es movilizar y construir una fuerza social global, alternativa al modelo de producción y consumo neoliberal, y que supere la crisis social y ecológica que pone en riesgo inminente el futuro de la vida en el planeta.

La diplomacia ciudadana se ha convertido en un instrumento efectivo de incidencia tanto a nivel nacional como internacional, en torno a temas como el cambio climático, las políticas comerciales, los derechos humanos de mujeres, niños, niñas y adolescentes, los procesos migratorios y de refugio, el tráfico y trata de personas, los derechos ciudadanos por un consumo responsable, por mencionar algunos de los más destacados. 

Además, las OSC  han desarrollado diversas acciones de diplomacia ciudadana, como la presentación de informes sombra ante distintos comités de la ONU que se encargan de dar seguimiento al cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos por los Estados en materia de derechos humanos,  la organización de campañas internacionales, y el uso del litigio internacional en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, utilizando así los espacios de protección y garantías para la obtención de sentencias que condenen a los  Estados por violaciones a los derechos humanos, como la resolución CIDH que declaró la responsabilidad internacional de Chile por violación al acceso a la justicia,  a raíz del rechazo a demandas civiles de indemnización por daños morales debido a diversos crímenes de lesa humanidad cometidos entre durante la dictadura cívico-militar, o últimamente, los diferentes Informes CIDH que condena las violaciones graves, masivas y repetitivas de derechos humanos en Chile en el marco del Estallido Social de octubre de 2019 o las denuncias al Estado de Chile ante la Corte Interamericana por juicios a comuneros mapuches.

En ese sentido, muchas de las acciones de diplomacia ciudadana no se articulan en torno a nacionalidades, sino a intereses de clase, sectoriales y temáticos, haciendo que los límites de las políticas internas y exteriores se hagan cada vez más indeterminados.

Está cada vez más claro, que la política exterior no debería ser tratada como un asunto exclusivamente del gobierno, sino como un asunto de interés público. En ese sentido, si bien hemos tenido valiosos avances en términos de la vinculación entre la Cancillería y la sociedad civil en los últimos años, aún queda mucho trabajo por hacer para que la política exterior sea más incluyente y promueva las alianzas estratégicas necesarias para encontrar soluciones más integrales a los retos del siglo XXI.  Es decir, la sociedad civil necesita pensar localmente y actuar globalmente, para potenciar sus estrategias de incidencia política, fortalecer su presencia en los debates internacionales y ser una sociedad civil con alcances globales.

Es urgente que desde la sociedad civil se logre  contribuir a la reflexión y visibilización de los procesos de diplomacia ciudadana desarrollados, a través de las voces de los actores que han participado en ellos. Al mismo tiempo es importante posicionar las voces ciudadanas en torno a los grandes debates que actualmente se están llevando a cabo sobre los mecanismos y agendas de desarrollo.

Como bien dice la Asociación Diplomática y Consular de Colombia, “La vinculación de actores no gubernamentales, con impacto en las relaciones internacionales y en los intereses nacionales, es uno de los factores que han fortalecido el ejercicio de la diplomacia pública en el espectro ciudadano y municipal. Estas nuevas formas de diplomacia favorecen una participación más activa de la ciudadanía, una integración de los territorios y una inclusión social en la construcción de la confianza, la promoción de una cultura de tolerancia, el respeto y la convivencia general; tal como lo promueve en su introducción el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto armado colombiano del 24 de noviembre de 2016. Asimilar estas diplomacias en las políticas públicas, propiciará una Diplomacia para la Paz”. [6]

Finalmente, este es un esfuerzo por reivindicar a la diplomacia ciudadana como una importante estrategia de incidencia para la sociedad civil y como un mecanismo que contribuye al fortalecimiento de la participación ciudadana en el diseño, ejecución y evaluación de nuestra política exterior,  a la democratización de las discusiones internacionales,  a la generación de redes globales de defensa de los derechos humanos y a la promoción de la sociedad civil como actor estratégico del desarrollo tanto a nivel nacional como internacional.

 

Ronald Wilson


 

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