NICARAGUA “TENGO LA
CERTEZA DE QUE DERROTAREMOS ESTA DICTADURA”
Julio López
Campos.
Managua, Nicaragua. Julio 2018.
A Daniel yo lo
conocí desde joven. Yo era el presidente del centro estudiantil del Instituto
Ramírez Goyena y él era el dirigente del colegio Maestro Gabriel. Entre otras
cosas teníamos que ponernos de acuerdo para organizar la conmemoración anual
del asesinato de los universitarios de León por la Guardia somocista, la
masacre estudiantil del 23 de julio de 1959.
La Guardia mató
aquel día a cuatro estudiantes. A cuatro.
Luchábamos entonces contra un dictador que había matado a cuatro
jóvenes…Y ese mismo Daniel es hoy el responsable del asesinato de decenas de
estudiantes y ese mismo Daniel es ahora el dictador… Me cuesta entenderlo…
Antes del 18 de
abril a los analistas políticos nos costaba convencer a la gente de que este
gobierno era una dictadura. Y nos
costaba porque la gente tenía en su memoria que una dictadura es la que te
mata, la que te echa preso, la que bombardea las ciudades. Teníamos que
explicarle a la gente que eso sólo sucede al final, cuando la dictadura ve en
peligro su poder. Y les recordábamos que
en los primeros once años de la dictadura, entre 1937 y 1948, Somoza mató a un
solo estudiante, a Uriel Sotomayor.
Yo nunca había
visto en Nicaragua una situación tan complicada como la que estamos viviendo
hoy ante esta dictadura. Nunca. Y nunca había visto a mi país en un nivel de
incertidumbre tan grande sobre su presente y sobre su futuro. Tampoco nunca
había visto a Nicaragua sometida a una violencia tan criminal como la que
Daniel nos está imponiendo. Esa
criminalidad nunca había ocurrido, ni siquiera bajo la dictadura somocista. Tampoco
nunca se me habría ocurrido a mí pensar que un gobierno con raíces en el
sandinismo fuese capaz de mandar a matar a la gente desarmada como hoy lo
hacen. Por tan solo protestar.
De
confrontaciones sabemos, de conflictos sabemos, de muerte sabemos, pero mandar
a matar a la gente tan cobardemente y de maneras tan monstruosas, eso es
inaceptable para quienes nos reclamamos del sandinismo. Es tan brutal la actual
represión que ya nada tiene que ver ni con izquierda ni con derecha ni con
centro, y nos coloca ante un desafío esencialmente ético, moral, que no podemos
evadir y que debemos de enfrentar con la voluntad de hacer lo que haya que
hacer para resistir y derrotar esta política del terror.
Estos crímenes
no tienen justificación ni perdón. En
días de junio como hoy hace 39 años estábamos en las barricadas de la lucha
contra Somoza en la ofensiva final del 79. En junio entramos a los barrios
orientales de Managua. El plan era
combatir con la Guardia por sólo tres días, tiempo que estimábamos suficiente
para darle oxígeno a los principales frentes de guerra, y estuvimos quince días
y ya nos faltaba de todo.
No había comida
y no teníamos lo que en aquella lucha era muy valioso: municiones. Sin embargo,
pudimos resistir tanto tiempo porque la población estaba organizada y preparada
para resistir. La gente organizada fue
el factor clave, el factor crucial. Fue
la participación popular organizada de la mayoría del pueblo la que hizo
posible aquel esfuerzo. Fue la gente, no las armas.
Y cuando las
barricadas ya estaban casi vacías y la gente desesperada, organizamos el
repliegue de Managua hasta Masaya. Cuando lo decidimos lo asumimos como una
derrota táctica necesaria. Poco después, el repliegue se convirtió en un éxito
estratégico.
Les cuento esto
para decirles que si en algunos momentos de este esfuerzo que hacemos hoy
contra esta dictadura nos vemos a la defensiva, eso no quiere decir que estamos
derrotados. Quiere decir que tenemos que ingeniárnosla para pasar a una
contraofensiva y multiplicar las capacidades organizativas de la gente. En
Nicaragua, hemos pasado muy pronto, repentinamente, a vernos confrontados ante
un enorme desafío.
Antes del 18 de
abril lo que había en Nicaragua eran pequeñas movilizaciones por distintos
problemas, resistencia territorial contra la minería, defensa del agua...Costaba
muchísimo organizar a la gente. Y cualquier cosa que hacíamos era reprimida. Garroteada.
Sólo hacía una
tenaz resistencia el movimiento campesino que luchaba contra el canal. Antes de
abril, el movimiento campesino ya se había insurreccionado, sosteniendo una
lucha que durante estos últimos cuatro años nos contagió de esperanza. La
resistencia no comenzó, no vino de donde pensábamos que podía venir. Vino de
allá, de los campesinos, de la Nicaragua profunda, de gente que sintió
amenazadas sus tierras y desafió al gobierno de Ortega.
Ellos fueron los
primeros Autoconvocados porque fueron construyendo de manera autónoma una
fuerza que empezó luchando por todas las afectaciones que miraban les
provocaría la antipatriótica ley canalera y poco a poco las fueron
trascendiendo, acercándose progresivamente a reivindicaciones más nacionales. Ellos dieron el salto desde la defensa de sus
tierras a la defensa de la soberanía. El
movimiento campesino es el antecedente de lo que hoy vivimos.
Nos dio
liderazgos de alcance nacional como el de la dirigente campesina Francisca
Ramírez. De esa esperanza nos
alimentamos todos estos años y esa fuerza está presente hoy en esta
insurrección no armada. Y está intacta. Y lo que más me gusta de esa fuerza es
que tienen poca confianza en nosotros, en los de Managua, en los políticos, en
los partidos. Sin organización, sin el pueblo organizado no hay manera de que
tengamos éxito.
Y en eso todavía
tenemos mucho que hacer para ponernos a la altura del valor demostrado por los
campesinos durante años y por nuestra heroica juventud en estos últimos
tiempos. Para organizarnos mejor es importante que sepamos las fortalezas de
quien tenemos enfrente, porque mirando los ángulos más complejos del desafío
sabremos responder mejor. Si hablo primero de las fortalezas de Daniel lo hago
para que eso nos anime a luchar con más determinación y con más organización.
Es para estar
bien claros de las dificultades a superar y de los obstáculos a vencer. La primera fortaleza que le veo al régimen
actual es su experiencia política. Daniel Ortega tiene una experiencia política
acumulada que no la tienen los que están sentados en la mesa del diálogo
nacional a nombre la Alianza Cívica. Cuando
pensamos en la interlocución que tenemos ante este poder tenemos que reconocer
que en la mesa del diálogo estamos en una situación de debilidad.
Ellos, una
fuerza que acumula disciplina y mando único.
Y de este lado una alianza reciente, alianza creada por las circunstancias,
en formación y sin sólidas correas de conexión con el pueblo. Otra fortaleza de
Daniel es que él tiene de manera casi exclusiva el monopolio de la fuerza, el
monopolio de las armas y el de la represión. Tiene de su lado, y ahora los
tiene hasta el final, a la Policía Nacional. A la cúpula policial no le queda
otra alternativa que ir con Daniel Ortega hasta el fin. Se han comprometido
tanto con esta política de crímenes y de genocidio que no les queda otra
alternativa. No veo por ahora posibilidades de fisuras grandes en ese cuerpo
armado. Hay muchos policías que están desmoralizados porque sienten que no era
para eso que entraron a la Policía.
A ésos los están
reprimiendo, encarcelando y, por eso, otros tienen enormes dificultades para
dar el paso y cruzarse a luchar al lado del pueblo. Si la insurrección cívica se consolida, si
todos los sectores sociales muestran más decisión, seguro que habrá mayor
resquebrajamiento de la base del cuerpo policial. Desde el punto de vista del uso de la fuerza,
Daniel tiene hoy otra fortaleza importante.
Le han permitido la creación de un ejército irregular para imponer el
terror a la población en todo el país. La
creación de esa fuerza irregular nos muestra la extrema gravedad en la que está
Nicaragua. Es absolutamente inaceptable,
y en ningún país del mundo lo permitirían, la creación de un ejército irregular
para matar y reprimir a la gente. Aunque
vale muy poco para este régimen, la Constitución de Nicaragua establece que
sólo puede haber en el país dos cuerpos armados, el Ejército y la Policía.
Y en este mes
estamos viendo todos los días a un ejército de encapuchados que sale a las
calles con armas de guerra y amenaza, mata, encarcela, destruye… Estamos
viviendo un estado de sitio de facto y a toda hora. No hay garantías para nada,
ni derechos para nadie.
¿A dónde vamos a
ir a reclamar si esos encapuchados te detienen, te registran, te roban? ¿Quién
nos va a defender si esa gente mata a tu hermano, a tu vecino? ¿Quién nos dirá
por qué quemaron la casa, por qué mataron al niño? ¿A quién reclamarle nada?
Y en los barrios
en donde ha habido protestas la situación es de terror. Imaginemos en una callecita de esos barrios a
doscientos de estos matones pateando las puertas, disparando al aire, capturando,
matando…Eso nunca, nunca, nunca había ocurrido en este país. Y esa política de terror está en manos de
Daniel, que ha construido ese ejército irregular y ha logrado imponérnoslo a
toda la sociedad, imponérselo a la Policía.
¡Y se lo impuso al Ejército!
No hay ninguna
justificación para que el Estado Mayor del Ejército vea circular en Managua y
en otras ciudades esas caravanas de asesinos encapuchados con armas de guerra y
no haga nada. Eso es absolutamente
inaceptable. Hasta ahora no hay nada que
pueda detener esta estrategia de terror.
Hasta ahora una de las fortalezas que tiene Daniel es ésa: que el
Ejército no le ha puesto ningún freno. Ninguno. Lo ha dejado hacer.
Y sabemos lo
complejo que es armar en unos días un ejército irregular y conseguir que
funcione en todo el país. Eso no se logra así nomás. Me atrevo a decir que si nosotros los
nicaragüenses no logramos parar a ese ejército irregular que ha construido
Daniel, que actúa como sicariato, un ejército en el que participan narcotraficantes,
pandilleros, ex-miembros del Ejército y de la Policía, criminales sacados de la
cárcel, todos ellos ejerciendo una violencia sin control, estaremos todos los
ciudadanos nicaragüenses condenados a sufrir los peores avasallamientos de
nuestra historia.
Recuerdo una
ocasión a comienzos de los años 90, cuando Daniel ordenó una determinada
acción… Al día siguiente de que esa acción se realizara, yo le pregunté: ¿Y por
qué escogió a Fulanito de Tal para hacer eso? Y me dijo: “Es que para hacer
determinadas acciones es necesario estar loco y sólo él podía hacer eso que le
pedimos hacer”.
Yo no tengo la
menor duda de que quienes están al mando de ese ejército irregular son locos
con mentalidad criminal, gente que disfruta con esa política criminal y que absolutamente
nada tienen que ver con el sandinismo. Al
Daniel Ortega que hoy vemos, el que ha cruzado todas las rayas de la decencia
humana, no es posible entenderlo sin tener en cuenta su pacto con los
liberales, el maridaje de once años con el sector privado. Con los ricos de este país.
Tampoco
podríamos entender esas fuerzas irregulares que él está usando para
aterrorizarnos, para castigarnos, si olvidamos algunas experiencias de los años
80, de los años 90, incluso algunas de antes del triunfo de la Revolución. _Nosotros somos responsables de ese Daniel
Ortega, el Frente Sandinista lo es, la Revolución lo es._
Pero es injusto
que se diga que esto que vemos hoy es el Sandinismo, porque Daniel Ortega es
una deformación del sandinismo. No sería
nunca lo que hoy es sin el pacto con Arnoldo Alemán, sin el respaldo de los
banqueros, sin los gringos, que bendijeron el pacto, sin todos los que no
quisieron mirar la corrupción. El
fenómeno de Daniel Ortega no se entiende sin la historia de caudillismo, de prebendarismo,
de patrimonialismo, que ha prevalecido en nuestra cultura política.
Y por eso el
desafío no es nada más quitarlo a él, sino transformar Nicaragua para que no se
vuelvan a repetir estas cosas, para que nadie como Daniel Ortega tenga la oportunidad
de reaparecer. Además de tener el
monopolio de la fuerza y de la represión, Daniel Ortega tiene dinero para
financiar esta política de muerte y terror. Recursos no le faltan y si le hacen
falta puede mandar a retirar dinero del Banco Central, como ya lo ha hecho,
para cubrir los gastos. Porque armar
algo así cuesta. Esa ventaja tiene
también, la financiera, así como nosotros tenemos la desventaja de no tener
recursos para organizar mejor una política de resistencia desde los sectores
populares. Otra fortaleza que tiene él
es que tiene buenos argumentos de negociación ante la presión de los Estados
Unidos.
Imaginémonos el
diálogo de Daniel Ortega con representantes del gobierno norteamericano,
sabiendo que Daniel conoce muy bien la agenda de los gringos…Él les hablaría
así: “Si yo me voy, ¿qué va a pasar con el vacío de poder que quedará en
Nicaragua? ¿Quién les garantiza a ustedes que aquí va a haber estabilidad?
¿Ustedes creen que ese muchacho, Juan Sebastián Chamorro, va a garantizar estabilidad
aquí? ¿O que el viejito Tünnermann se las va a garantizar? Y ustedes saben que
la estabilidad de Nicaragua no sólo nos interesa a nosotros, ¡les interesa a
ustedes! Porque si aquí se aumenta la crisis y se aumenta el caos se arma un
desmadre migratorio que nadie va a poder parar. Y la capacidad de contaminación
de una Nicaragua en caos sobre Honduras, sobre Guatemala, donde ya la situación
es complicada, va a ser muy grande… Y ustedes saben muy bien que yo aquí he
puesto un muro de contención a la migración. Los panameños y los costarricenses
dejaron entrar a los cubanos, pero yo los paré a toditos en la frontera, de
aquí no han pasado… Ustedes saben que en la lucha contra el narcotráfico hemos
cooperado con ustedes en todo lo que ha sido posible… Claro que hay cosas que
yo no puedo controlar porque no tenemos los medios, pero de manera general
ustedes han reconocido lo que nosotros hemos hecho… Con el lavado de dinero
igual, saben ustedes que cuando ha sido necesario ustedes han contado con todo
nuestro apoyo, aunque nuestras instituciones financieras no tienen la capacidad
para controlarlo todo, pero de manera general nosotros les hemos cumplido…
Acuérdense que con el apoyo de ustedes hemos recibido el reconocimiento del
BID, del Fondo Monetario y del Banco Mundial por nuestras políticas en favor de
la estabilidad macroeconómica… Aquí permitimos que vengan sus tropas a hacer
sus ejercicios y maniobras. Ustedes me recriminan que yo soy amigo de Cuba.
Obviamente que lo soy, porque desde muy joven los cubanos me ayudaron, me
refugiaron, nos dieron solidaridad, pero nosotros nada tenemos que ver con el
modelo de Cuba. Somos amigos de Cuba pero hasta ahí nomás porque aquí tenemos
una economía de mercado capitalista, pluralismo, elecciones…”
Y por ahí seguiría
el diálogo. Yo creo interpretar que los
gringos son sensibles a ese discurso y lo que apoyan y les interesa ante esta
crisis es el “aterrizaje suave”. Algo parecido deben sentir los empresarios del
COSEP: les da pánico pensar que pueda crearse un vacío de poder, una crisis en
la que no haya control, una situación de falta de “gobernanza”, como dicen
ellos.
Saben los
empresarios que durante once años Ortega les dio una total estabilidad y
garantía para sus intereses. Por tanto,
el temor de Estados Unidos y el de la empresa privada, esa coincidencia, es una
fortaleza más que Daniel tiene. Y es una debilidad nuestra no contar con un
sector empresarial con suficiente coraje y actitud patriótica. Yo entiendo a los empresarios. Ellos vienen
de estar once años felices con Daniel Ortega, haciendo todo lo que querían en
el terreno económico. Ellos decidieron decenas de leyes económicas. La libre empresa tenía todas las facilidades
del mundo. En el tema tributario, en los impuestos, Daniel fue más generoso con
ellos que Trump con sus ricos. Tenían
también estabilidad, cero huelgas. Todos
los años crecía la economía un 4, un 4.5% y la tasa de ganancia de los bancos
era de las más altas de Centroamérica. Llegaba
la inversión extranjera, tenían todo tipo de privilegios y ningún obstáculo de
ninguna naturaleza para obtener más y más ganancias y repatriarlas.
En esas
condiciones pasaron once años. Imaginarse
una Nicaragua distinta les causa incertidumbre, yo los entiendo. Y creo que
tenemos que ganarnos a un sector del empresariado, llamarlos a superar el
miedo. Los tenemos que convencer de apoyar la movilización popular. Porque creo
que no volveremos a ese pasado del modelo que algunos llamaron de “populismo
responsable”. No hay ninguna posibilidad.
Lo que no
sabemos con claridad hoy es para dónde vamos.
Y los más grandes empresarios, los que realmente deciden, tampoco tienen
claridad del futuro. En mi opinión, todavía no hemos sido capaces de ponernos
totalmente de acuerdo para tener una voz más unívoca que tenga un mayor peso y
se imponga sobre las incertidumbres del empresariado y ante las pretensiones de
Daniel.
¿Y cuáles son
las pretensiones de Daniel?
Si ustedes
observan lo que está sucediendo en el país después de más de dos meses de
resistencia, tenemos que tomar conciencia que, con esas fortalezas, Daniel
Ortega viene poquito a poco, poquito a poco, tratando de reestructurar sus bases. Al comienzo no podía hacer nada. La gente del
Frente tenía que esconder su banderita y echársela a la bolsa para que no la
identificaran. Ellos nada tenían que ver con los crímenes de Daniel, pero se
sentían señalados. Eso es lo que reportaba toda la gente de los barrios.
Después, a lo
primero a lo que le puso mente Daniel fue a crear ese ejército irregular y
criminal. Y como él sabe perfectamente bien que los empresarios son unos
grandes temerosos, ha organizado también de última hora la toma de tierras:
¡Vayan, tómense esa finca, invádanla! Para
que vean los empresarios lo que se están perdiendo dejándolo a él y apoyando al
pueblo…Poquito a poco comienza Daniel a recomponer sus bases. Por eso, si
nosotros no nos ponemos las pilas y le permitimos que recomponga sus fuerzas,
no las que tenía antes de abril, porque ésas nunca las va a recuperar, pero si
le permitimos que recupere algunas, tendremos que enfrentar una situación más
complicada.
No debemos darle
tiempo. La solución debe ser ahora. Nunca olvidemos que las grandes sublevaciones
populares también pueden ser derrotadas.
Y finalmente, la otra fortaleza de Daniel Ortega es que en la mesa del
diálogo él no está negociando. Ahí sólo
dialoga, pero no negocia. Hasta ahora no
ha habido una negociación real. Daniel
sigue ganando tiempo.
En ese diálogo
él tiene un control estricto de lo que ahí pasa y cuenta con una disciplina
total de la gente que ahí ha puesto. Del
lado suyo sí hay una verdadera coordinación, una voluntad única, propósitos
bien definidos, mientras que del lado nuestro no hemos logrado todavía toda la
voluntad de toda la gente para aquello de “todos contra la dictadura”.
No lo hemos
logrado, porque se cruzan de por medio intereses pequeños y mezquinos de toda
naturaleza, intereses privados. Veamos ahora algunas de nuestras fortalezas. La primera y más importante, la que más me
llama la atención en todo lo que estamos viviendo desde abril, es la voluntad
ampliamente mayoritaria del pueblo de librar una lucha no violenta contra el
más violento de los regímenes que hemos conocido en Nicaragua. Y en esa
voluntad se encuentran, coinciden unánimemente, los pobladores de todo el país
con el movimiento campesino y con la juventud universitaria. Es una gran
fortaleza la capacidad de unir tantas voluntades.
Me sorprende la
historia de nuestra gente. Primero,
hicieron una revolución armada. La primera revolución popular armada triunfante
que hubo en nuestro continente fue la revolución sandinista. Y ahora, cuarenta años después, nuestra gente
está decidida a obtener una nueva victoria contra otra dictadura. Pero esta vez
será una victoria sin armas. Eso sólo lo
hace un pueblo que tiene una capacidad maravillosa de encontrar sus propios
caminos y de concertarlos de una manera absolutamente fantástica.
Lo he dicho a
todo el que me lo ha preguntado: Tengo dificultades para entender cómo en
Monimbó, por ejemplo, no ha aparecido una sola bomba de contacto, que es un
instrumento más ofensivo. Y no porque no
hayan los elementos para hacerlas, y ellos las saben hacer y las saben usar. Hasta ahora tampoco han aparecido fusiles. Más asombroso todavía es que allá en el
campo, donde la gente tiene su 38, su 22, sus escopetas, tampoco aparecen. El pueblo nicaragüense está decidido a luchar
y ha decidido hasta ahora que quiere obtener la victoria sin las armas.
Esa
determinación requiere de mucha fortaleza. De una incalculable capacidad de
sacrificio, que es la fuerza superior de los pueblos. Creo que eso nos dice mucho del potencial de
victoria que tiene este pueblo sobre esta pareja que nos ha impuesto hasta
ahora su voluntad. No, no podrán contra este pueblo.
Otra fortaleza
nuestra, que es debilidad para él, es que Daniel perdió a la gente. Como me decía un campesino: lo que pasó es
que la gente “se le volteó”. Porque
hasta abril mucha gente estaba con ellos. Pero con las masacres de abril, con
los crímenes, con lo que comenzó todo esto, el 70% de apoyo se convirtió en 70%
de rechazo. Daniel ha perdido totalmente
la opinión pública. Perdió las calles. Perdió la hegemonía sobre el pueblo y el
control de las calles, lo que hace muy poco tiempo nos parecía totalmente
imposible, porque si protestábamos en cualquier esquina ya sabíamos lo que nos
iba a pasar.
Y de repente,
imparable, ¡medio millón de gente en las calles pidiendo que se vayan! Perdieron para siempre el respaldo del
pueblo. Este pueblo tiene unas capacidades y unas fortalezas que desconciertan. He estado conversando con personas que tienen
relación con los muchachos que están atrincherados en Managua en la UNAN
(Universidad Nacional Autónoma). No quieren salir, no quieren entregar sus
barricadas, están totalmente decididos a que, les pase lo que les pase, irán
hasta el final.
Veamos también
la gente que está en los tranques. Defender un tranque armado en una carretera
es una cosa, pero defender un tranque desarmado contra gente que pretende
asesinarte es otra. Para hacerlo, para mantenerse en ese tranque, en esas
trincheras, se necesita tener una voluntad férrea difícil de explicar. Y eso me hace pensar que hay en nuestro
pueblo una fortaleza que nosotros intelectualmente no hemos logrado
interpretar.
Viendo esas
fortalezas del pueblo pienso que triunfaremos incluso sobre todas esas otras
fortalezas que veo en Daniel, y pienso que será un triunfo sin hacer uso de
otras modalidades que las de la lucha no violenta, que es el gran desafío que
el pueblo se ha auto impuesto. Un pueblo
que es capaz de hacer todo lo que hoy está haciendo nuestra gente para resistir
sin armas a esta dictadura es un pueblo que definitivamente va a terminar
derrotando a este régimen.
Ortega ya no
tiene posibilidad de regresar atrás. Él está totalmente derrotado. El asunto es negociar correctamente su
rendición, porque si no lo hacemos correctamente, el costo puede ser
terriblemente elevado. Y también hay que decirlo con toda honestidad: si
conocemos a nuestro pueblo, el riesgo potencial de un desliz hacia una guerra
civil es uno de los peligros permanentes que tenemos y que debemos evitar a
toda costa.
Veamos ahora
fortalezas y debilidades en el plano internacional, un terreno en el que
trabajé por mucho tiempo. Hay que decir
que durante todos estos once años el régimen de Daniel Ortega logró encubrirse
muy bien. Nadie podía imaginar que en Nicaragua teníamos un régimen autoritario
y corrupto, mucho menos que se estaba gestando un régimen criminal.
Durante más de
una década hubo ignorancia total de lo que aquí ocurría y quienes más lo
ignoraban eran los amigos de la izquierda. Encuestas internacionales afirmaban
que Nicaragua era uno de los países más felices del planeta y que el gobierno
nicaragüense tenía el más amplio respaldo. Y muchísima gente afuera, amiga de
Nicaragua, amiga del sandinismo, amiga de la Revolución, se alegraba de lo bien
que iban las cosas en Nicaragua.
Hoy, a la hora
de enfrentarnos a esta nueva realidad, hay muchísima gente fuera que no cree lo
que está pasando en Nicaragua. La verdad es que a nosotros también nos cuesta. Alguna gente no cree, aferrada a la nostalgia
de lo que fue para ellos aquella Revolución, incluida entre esa gente el
secretario general de la OEA…
Para explicar lo
que estamos viviendo tenemos nosotros una debilidad: el éxito con que este
régimen navegó durante años con “vela de pendejo”: nadie lo volvía a ver, nadie
se preocupaba por lo que pasaba aquí… Yo lo observo en las comunicaciones con
la gente que nos quiere, que quiere a Nicaragua, que estima este país. Cuesta
un mundo persuadirlos de que este gobierno es una banda de asesinos. No resulta fácil para mucha gente entender, y
entenderlo de repente, que éste es un régimen corrupto, criminal. Entenderlo, apoyarnos, denunciarlo, no es
fácil porque apenas están tomando conciencia en este momento.
Por eso, no es
cierto que ya tengamos a todo el mundo contra estos criminales. No podemos
decir que hemos logrado realmente atraer todas las fuerzas internacionales que
necesitamos, aunque ya hemos logrado atraer bastantes y eso es ya una
fortaleza. Pero para alinear a los astros internacionales en la dirección
correcta debemos hacer muchos más esfuerzos.
¿Qué puede
presionar a Daniel Ortega?
Por su
experiencia, lo que él respeta únicamente es la correlación de fuerzas. Y no la
que se puede expresar en una mesa de diálogo y de negociación. Él sólo es capaz
de respetar la fuerza de las masas en movilización. A él le tiene sin cuidado
que cuatro o cinco señores le digan “Te tenés que ir”. Por eso, si nosotros no somos capaces de
rearticular las correlaciones de fuerzas que se demostraron en las jornadas de
abril y mayo, difícilmente él va a negociar.
Lo que
necesitamos es más movilización en las calles, más tranques, mas barricadas,
mas organización barrial, comunitaria, un paro indefinido… Más acumulación de
fuerzas para quebrar la política del terror que él nos ha impuesto. Si no logramos ponerle una contraofensiva que
le ponga un alto, que revierta esa correlación aparentemente desfavorable para
nosotros, basada en el terror, la situación se nos va a volver más complicada.
No olvidemos, lo
repito, que grandes sublevaciones de la historia han sido también derrotadas. Desde los primeros momentos de abril el
pueblo dijo con gran sabiduría las dos cosas que había que hacer: ¡Que se pare la
represión y que se vaya este cabrón! Lo dijo así de
sencillo, con gran sabiduría.
El pueblo lo
olfateó desde el comienzo y de manera unánime: Que se vayan ya y que se pare
esto. El resto de problemas lo podemos arreglar después.
Eso, del lado
nuestro. Del otro lado, tengamos en cuenta que Daniel Ortega cree que él puede
revertir la situación en la que lo hemos colocado. Él así lo cree. Y lo que
para mí es más increíble es el énfasis criminal de las opciones que ha tomado
para revertirla. Estamos acostumbrados a
confrontaciones y a luchas de todo tipo, pero este nivel de criminalidad supera
las cosas más terribles que hemos conocido en nuestra historia.
Él va a agotar
todos los medios del terror para ver si puede revertir la situación y negociar
en condiciones más favorables. Veo esa
intencionalidad en la política terrorista que ha desatado.
Por eso creo que
lo primero que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo para parar, para
detener esa fuerza represiva, y no sólo por razones éticas, humanitarias, sino
para modificar la correlación de fuerzas.
Eso es crucial. El óptimo que
debemos alcanzar es el “todos contra la dictadura”. Es urgentísimo crear una
gran unidad que nos lleve a fortalecer las luchas abajo.
Para sentarse a
negociar arriba no se necesitan grandes masas, pero para cambiar correlaciones
de fuerzas y alcanzar cambios profundos que requiere el país sí las necesitamos
y las necesitamos luchando, movilizándose, cada vez más organizadas. Y para concluir, quiero decirles que tengo la
seguridad de que Ortega está terminado. Tengo la certeza de que es imposible
que nos arrebaten la victoria.
Lo que sueño es
que nos resulte menos costoso. Tengo la
seguridad de que nunca más podrá haber orteguismo en Nicaragua y veo muy
precarias las posibilidades de que pueda haber un Frente Sandinista Orteguista
en el futuro, aunque sí quiero pensar que los nicaragüenses seremos capaces de
recuperar lo mejor de nuestra herencia, a Carlos Fonseca, y a la cabeza de ese
legado estará Sandino, con todos los valores de aquel hombre que luchaba por la
justicia y que merecía “no sólo ser oído sino creído” porque no reclamaba para
él “ni un palmo de tierra para su sepultura”