En Siria, lo que principió como un asonada contra el presidente Bashar Al
Asad en 2011, se transformó en una brutal y sangrienta guerra civil con
implicancias internacionales. El conflicto
ha dejado un saldo de más de 450.000 personas muertas, según la última
estimación que hizo la ONU en 2016. La
guerra además ha provocado la huida de casi 5 millones de personas, en uno de los mayores desplazamientos
de población en la historia reciente.
A medida que
el levantamiento se extendía, los grupos involucrados se transformaron en verdaderos ejecitos fuertemente armados,
que ponían en peligro la seguridad y estabilidad del país y de la región. A poco andar del conflicto, para nadie fue un misterio que todo era parte de las artimañas del gobierno de Estados
Unidos y de sus aliados para derrocar al Gobierno Sirio.
La violencia
se incrementó rápidamente, los grupos rebeldes que combatían a las fuerzas
del gobierno, lograron tomar el control de ciudades y poblados. Estados Unidos
si bien no intervenía directamente se encargó de armar y financiar a las
distintas facciones. En 2012 los enfrentamientos llegaron hasta la capital
Damasco y Alepo, las principales
ciudades del país.
Como era
previsible en un Estado musulmán, la guerra también adquirió rápidamente
características religiosas enfrentando a la mayoría sunita del país, contra los
chiitas alauitas, la rama musulmana a la que pertenece el presidente.
Actualmente quienes desean la eliminación del presidente Al
Asad, forman numerosos grupos, que incluyen al Ejército Libre Sirio (ELS), supuestamente más
moderado, al grupo radical islamista de
ISIS autodenominado Estado Islámico (EI), cuyas tácticas brutales han provocado
indignación internacional, y al Frente Al
Nusra, una entidad que en sus comienzos estaba afiliado a al Qaeda. Junto a
estos hay otra cantidad de facciones de diverso origen, que tienen en común la
lucha contra el Gobierno Sirio.
Desde 2014,
Estados Unidos, junto con Reino Unido, Francia, y otros seis países, han dirigido
incursiones aéreas fundamentalmente contra el Estado Islámico, pero evitando
atacar directamente a las fuerzas del gobierno sirio. Rusia, por su parte, aliado estratégico de
Siria, lanzó una campaña aérea sostenida desde 2015 para garantizar la estabilidad del gobierno sirio, tras una serie de derrotas infligidas principalmente
por ISIS.
La campaña rusa
ha fortalecido las posiciones de las fuerzas leales al Gobierno y ha conducido a victorias significativas, la mayor
de ellas fue la recuperación de la ciudad de Alepo, uno de los principales
bastiones de los grupos terroristas, que
fue reconquistada por fuerzas leales a Bashar Al Asad en diciembre de 2016.
Los grupos sediciosos,
mientras tanto, continúan luchando entre sí para ganar control del territorio.
Estas bandas, no ha cesado de
insistir para que Estados Unidos le entreguen armas antiaéreas y de largo alcance para responder a los ataques de Rusia y del gobierno sirio, pero
Estados Unidos y sus aliados se han negado, por temor a que las armas avanzadas
terminen en manos del Estado Islámico.
La
internacionalización del conflicto era esperable, por las connotaciones geopolíticas que tiene
Siria. Irán, que es chiita, es el aliado más cercano de Al Asad. Por su parte Siria es el principal punto de
tránsito de armamentos que Teherán envía al movimiento chiita Hezbolá en
Líbano, el cual también ha enviado a miles de combatientes para apoyar a las
fuerzas sirias.
Como hemos
visto Rusia intervino desde un inicio apoyando la supervivencia de Al Asad en
el gobierno, lo cual es crucial para mantener los intereses de Moscú en ese
país y en la región, y los mismo hicieron los aliados de la OTAN. China, si
bien no se ha involucrado directamente, claramente apoya al Gobierno sirio.
Arabia Saudita
es otro participante en esta guerra. Para contrarrestar la influencia de Irán, su
principal rival en la región, ha enviado ayuda militar y financiera importante
a los rebeldes, incluidos los grupos terroristas del Estado Islámico.
En agosto de
2016, Turquía, alarmada por el avance, cerca de su frontera, de las fuerzas
kurdas, a quienes acusa de simpatizar con el proscrito Partido de los
Trabajadores del Kurdistán (PKK), decidió apoyar al Ejercito Libre Sirio. Por otro lado los rebeldes también reciben
cuantiosa ayuda de otros aliados árabes de Estados Unidos como son Qatar y
Jordania.
Estados Unidos,
más allá de su “ayuda militar” se había
mostrado renuente a involucrarse más profundamente en el conflicto, durante el gobierno de Obama, Washington se
limitó a insistir en que el objetivo era
apoyar a los grupos que luchaban
por la renuncia de al Asad, así terminar
con la amenaza terrorista del Estado Islámico.
Pero la
situación geopolítica de Siria, no se reduce al control político de
territorios, como todo conflicto tiene como base un aspecto económico. En
Siria el petróleo es relativamente
escaso. El gobierno sirio se ha visto obligado a ceder el control sobre zonas
en las que hay campos petrolíferos, y varios grupos rebeldes las han ocupado
para explotarlos. Mientras tanto, el gobierno ha tenido que recurrir a Irán, su
principal aliado en la región, para financiar el suministro de petróleo
necesario para su propia supervivencia. En 2014, el Estado Islámico (EI) logró controlar gran
parte del negocio del petróleo de Siria, lo cual le ha proporcionado ingresos y
combustible para llevar a cabo sus ofensivas tanto en Siria como en Irak.
Pero los
proyectos económicos de Siria eran enormes y eso lo sabía Estados Unidos. Antes
de la guerra Damasco planeaba construir nuevas plantas de procesamiento de gas
en la región de Palmira con una producción de más de 2.000 millones de metros cúbicos de
gas purificado al año y en el área de Raqqa con una capacidad anual de más de
1.000 millones de metros cúbicos y más de 40.000 toneladas de gas natural
licuado. No es ninguna casualidad que estas ciudades ahora estén ahora en poder
de los terroristas del Estado Islámico e incluso Raqqa fuera
proclamada capital del califato. A pesar
de la destrucción causada por la guerra, esa área tiene un potencial gigantesco
de negocios.
Otro proyecto vejatorio
para EE.UU. fue el acuerdo de 10.000 millones de dólares firmado por Irak, Irán
y Siria en 2011 sobre la construcción de un gasoducto con capacidad de 110
millones de metros cúbicos de gas al día. El proyecto estaba previsto para el
año 2016. Además, poco antes del estallido de la guerra, Al Assad propuso el
concepto 'Estrategia de los cuatro mares' donde Siria ocuparía un lugar
central y sería el único gran país árabe, con acceso al mar Mediterráneo, es
decir, acceso a Europa y el Atlántico. Geopolítica pura.
El proyecto
preveía la construcción de gasoductos para conectar los mares circundantes de
Siria alrededor del mar Caspio, el
Mediterráneo, el mar Negro y el golfo Pérsico. En la práctica esto significaría
la unión de Siria, Irán, Turquía y Azerbaiyán en el sistema de transporte de
gas y petróleo con el único acceso al mar Mediterráneo. El proyecto suponía la
participación de varias empresas rusas, y lo peor para occidente es que las
compañías de Europa y EE.UU. no fueron consideradas en este negocio. No es casual, que las fuerzas rebeldes,
contrarias al Gobierno, hayan tenido como objetivos estratégicos las
principales ciudades por las que deberían haber pasado las nuevas tuberías
-Homs, Damasco y Alepo. Estados Unidos obviamente no ignoraba todos estos
proyectos.
Pero en abril
de 2017 las cosas tomaron otro giro en la guerra siria con el nuevo gobierno de
Donald Trump.
El 4 de abril
se produjo un devastador ataque con armas químicas en la localidad de Khan
Sheikhoun. La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que tras el
ataque químico, murieron 84 personas y resultaron heridas otras 546.
Como era de
esperar, toda la prensa y los gobiernos de occidente, no han trepidado
en acusar al Gobierno sirio de provocar ese brutal ataque. Pero al respecto surgen de inmediato algunas
interrogantes. Si el Gobierno Sirio, en los últimos meses había obtenido
importantes triunfos militares en contra de las fuerzas rebeldes, porqué
cometería la barbaridad de un ataque criminal con armas químicas, sabiendo que la respuesta mundial sería de
absoluto rechazo?
Lo que la
prensa internacional no comenta, es que Siria destruyó las armas químicas con
la mediación de Naciones Unidas, Rusia y la comunidad internacional. Las armas
químicas de Siria salieron del país para su eliminación en agosto de 2014,
según lo confirmara en su momento, la
Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).
Por lo tanto, Siria
hoy no tiene armas químicas. Entonces, por
qué se sigue acusando al Gobierno sirio.
Con justa razón el gobierno de Bashar al Asad negó terminantemente los hechos,
tal como fueron presentados por los medios internacionales.
En recientes
declaraciones el portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, el general mayor
Ígor Konashénkov, confirmó que la
aviación siria realizó un ataque aéreo
contra un depósito de los terroristas en la periferia de la localidad de Khan
Sheikhoun. Konashénkov señaló que en esas
bodegas se almacenaban armas químicas y
sustancias tóxicas. "Desde este arsenal, los milicianos transportaban los
proyectiles de armas químicas al territorio de Irak", declaró el ministro
ruso.
A pesar que
Estados Unidos conocía perfectamente esa situación, el jueves 6 de abril, lanza un devastador ataque con misiles a la
base aérea de Al Shayrat en Siria. Ataque
intempestivo, unilateral, sin siquiera
consultar al Congreso de Estados Unidos ni al Consejo de Seguridad. Con el
correr del tiempo, está más que claro que el supuesto el atentado con armas
químicas no fue más que una subterfugio para desplegar el ataque directo con misiles. El ataque aéreo provocó 16 víctimas, 9 civiles, 4 menores y 7 militares, el Observatorio Sirio
de los DD.HH.
A raíz del
ataque norteamericano, muchos se preguntaron por qué Rusia no utilizó su fuerza
antimisiles para repeler el ataque. Según fuentes de defensa rusas, estaba
vigente un memorándum de cooperación con EEUU para prevenir incidentes y
mantener la seguridad aérea en Siria, razón por la cual Rusia no derribó los
misiles, pero, habiéndose roto el
acuerdo, por parte de Estados Unidos, Rusia
reaccionará oportunamente ante nuevos
ataques.
En este nuevo
escenario, el ataque contra la base aérea de Shayrat tiene como resultado que Estados
Unidos se ha convertido ahora en aliado
de los terroristas del Estado Islámico, el Frente Al Nusra y otros grupos, en
su arremetida frontal contra el Gobierno sirio.
Las acciones
unilaterales de Estados Unidos, junto a irrisorios
montajes para justificar dichos ataques, no son nuevos en la política
imperialista. Baste recordar en América Latina la invasión a Guatemala en 1954
tras una acción encubierta para derrocar al Presidente Jacobo Arbetz, la
invasión a Panamá en 1989, con el fin de derrocar y secuestrar al Presidente
Noriega, acusándolo de trafico de drogas, y para proteger la vida de los
norteamericanos y la democracia en ese país, la Invasión a Granada de 1983,
acusando que en ese pequeño país del Caribe se había instalado una alianza
cubano soviética.
Pero a nivel
global, igualmente Estados Unidos ha actuado siempre como amo del mundo, a
través de artimañas y engaños. Si recordamos cómo Estados Unidos montó una absurda
mascarada organizada por los servicios secretos en el Golfo de Tonkin, simulando un falso ataque de las fuerzas del
Viet Kong, para ser usado como pretexto
para participar de lleno en la Guerra de Viet Nam. Qué decir de la burda falsedad montada para
invadir Irák, acusando a ese país de poseer un arsenal de armas nucleares,
situación que el mismo Congreso de Estados Unidos debió reconocer después que
era absolutamente falso.
O como a través
de la Operación El Dorado Canyon Estados Unidos lanzó un masivo
ataque aéreo sobre Libia en 1986, supuestamente en respuesta al atentado
terrorista de una discoteca de Berlín, días antes, y de la cual se culpó a
Libia. Tras esa misión, Reagan declara en conferencia de prensa, “hicimos lo que teníamos que hacer y de ser
necesario lo haremos de nuevo”.
Posteriormente,
en octubre de 2011 un levantamiento
inspirado por la "primavera árabe" con la incalculable ayuda de
Estados Unidos y la OTAN, derrocó al comandante Muamar Gadafi, quien fue asesinado. Después de la muerte de Gadafi,
en Libia reina el caos y la violencia, transformándose en una de las bases de acción del Estado Islámico.
En la actual
crisis siria, Estados Unidos repite la formula conocida, urdir fraudes con el
fin de obtener sus objetivos políticos y militares. En esta escalada, Trump lo que busca es
definitivamente derrocar al Gobierno Sirio, para ello ha liberado a los
Halcones de la Guerra y se erige en guardián del orden mundial.
Ronald Wilson
Comisión
Nacional de Profesionales
Partido
Comunista de Chile
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