jueves, 6 de julio de 2017

RECABARREN Y LA CULTURA OBRERA


RECABARREN  Y LA CULTURA OBRERA
  
La Cultura Obrera

Luís Emilio Recabarren,  se distinguió como un educador, gestor cultural y propagandista. Su ideario político está inmerso en la comprensión de una cultura obrera que se concebía como autónoma, distinta y contrapuesta a la cultura burguesa. En esos márgenes él construyó toda su visión teórica y práctica del quehacer de su clase en la lucha por el socialismo.

En Chile al finalizar el siglo XIX y acercándonos al Centenario surge como actor social el trabajador manual, ligado principalmente a la minería y a una incipiente manufactura, pero también vinculado a amplios sectores de artesanos, trabajadores portuarios, tipógrafos, que conformarán de una forma más o menos homogénea el proletariado, que junto con sectores medios como los empleados públicos, y otros trabajadores de empresas comerciales importadoras, formarán una masa crítica de asalariados, muy distinta al pueblo sumiso  de mediados del XIX.

Estos sectores, influidos entre otros factores por la presencia en el país de diversos inmigrantes europeos y por determinados miembros de la elite ilustrada chilena, van a ir absorbiendo y haciendo suya una concepción del mundo y un ideario diferenciado y autónomo del mundo conceptual de la oligarquía. Es la cultura obrera, que admira los adelantos de la ciencia y la tecnología, de la cultura y de la educación que provienen de la Europa desarrollada, pero ellos no son científicos ni técnicos, son obreros, que crean desde sus intereses su propio ethos cultural.

Muchos autores plantean que esta concepción férreamente clasista y autónoma, se da en Chile por las condiciones en que nace el movimiento obrero, básicamente compuesto por trabajadores salitreros, que viven aislados en las oficinas, sometidos a un régimen de explotación inhumano, teniendo en frente al único patrón es la Compañía y en forma más remota el Estado, como depositario de los intereses del capital. Pero por otro lado, tiene la posibilidad de la conformación de una solidaridad y conciencia de sus propios problemas como clase. Este es el escenario que conoce Recabarren desde su llegada a Tocopilla en 1903. La conformación de un grupo de trabajadores que irán creando una conciencia de clase, que prontamente se reconocerá a sí misma como tal, que tiene una cultura propia, ideas propias, vida propia, y que desde esa totalidad, enfrenta al capitalismo y a la oligarquía con todos sus pesares. Este clasismo que se da en los orígenes de la organización sindical, se traspasará luego en forma natural a la concepción del partido de clase, por lo cual el Partido Obrero Socialista y el Partido Comunista son entidades con una acendrada conciencia clasista. (Hernán Ramírez Necochea, Historia del Movimiento Obrero; Origen y Formación del Partido Comunista. Fernando Ortiz, El Movimiento Obrero en Chile)


En esta cultura autónoma de clase, está inmersa la idea del socialismo de Recabarren, por tanto íntimamente unida a la necesidad de educar, cultivar y generar conciencia en los trabajadores.  “El socialismo, dice Recabarren, es el bienestar real, basado en la moral y en el trabajo común, donde todos los seres humanos disfruten del placer de ser instruidos, cultos y sepan vivir rodeados de felicidad sin causar malestar a nadie.  Actualmente unos gozan a costa del sufrimiento y la fatiga de otros, pudiendo gozar todos sin sufrimientos y sin fatiga.  Socialismo es el anhelo de la educación y de la instrucción para todos, para destruir la ignorancia.  Socialismo es la abolición del trabajo brutal y mortífero para reemplazarlo por trabajo humano y útil.  Socialismo es el perfeccionamiento, paso a paso, de las costumbres para modificarlas a medida que broten más nobles ideas y destruir así todo lo que hay de salvaje todavía entre nosotros.” (El Despertar de los Trabajadores, Iquique 6 de Junio de 1912)

La educación un camino de libertad.

Para Recabarren, el triunfo del socialismo, tiene como premisa la educación y la instrucción para todos, para destruir la ignorancia. Sin esa base de conocimientos, que aleje  definitivamente al obrero de los vicios de la sociedad capitalista, y que les permita comprender las bondades que implica la búsqueda de la felicidad  que es el socialismo, es tarea inútil. 

En un artículo denominado “Las Proyecciones de la Acción Sindical”, de 1907, Recabarren indica esa necesidad de educación, “mientras el estado de razón del obrero y empleado no se desarrolle, no madure, no será posible que comprendan las “causas” que producen su miseria, ni los “medios” que existen para remediar esos males.  Este estado de ignorancia, de insensatez de la clase trabajadora, en el presente momento histórico no puede modificarse favorablemente para su bienestar sino por la acción de la organización obrera y socialista ya existente, cuya unidad fundamental debe ser el sindicato.”  “Es preciso extender la acción de nuestra literatura, en condiciones ilimitadas y libres: el manifiesto, el periódico, el folleto, la biblioteca, la conferencia, la discusión, etc., deben ser medios de actividad permanente.”  Es el concepto de la educación como herramienta fundamental de liberación y de cambio social.
Más adelante en 1921, expresa que  la Federación Obrera, “DA EDUCACION no solo por medio de su biblioteca, o de sus clases cuando puede hacerlo, por conferencias, sino que también por medio de su prensa y por la conversación que se origina como una consecuencia de la Organización”. (La Federación Obrera de Chile y los Beneficios Inmediatos del Gremialismo, 1921)
Esa indispensable educación para el obrero,  en primera instancia la entrega el sindicato como organización básica, pero no es solo la educación formal el único camino para vencer la ignorancia, “como el ambiente de la época no es del todo propicio para que la clase obrera se resigne a lo rígido de la enseñanza y del progreso de la cultura y de su saber, se hace “preciso” preocuparnos al combatir la ignorancia y llevar a la mente obrera conocimientos científicos y filosóficos útiles, mezclar esta enseñanza lo más continuamente con actos recreativos y alegres que amenicen la severidad de la ciencia y austeridad de la filosofía. La enseñanza científica y filosófica, mezclada una veces con bailes y fiestas teatrales, con representaciones cómicas o dramáticas, pero instructivas también, y otras veces con paseos campestres, y siempre reunidas todas las familias, atraerá mayor número de concurrentes y sus resultados serán mucho más benéficos y más rápidos sus frutos”.  Como vemos el arsenal de iniciativas educativas y culturales que Recabarren propone es amplia, como amplio es el desafío de transformar la sociedad.
La prensa obrera, como instrumento de cultura y educación.

"Acaba de salir a luz un nuevo periódico que viene a servir los intereses de los trabajadores, de los proletarios y en general a divulgar una doctrina que conduzca a todos por el mejor camino de fraternidad social de los pueblos".  

El Despertar de los Trabajadores, 
Iquique 10 de febrero de 1912

Recabarren, dentro de ese cúmulo de estrategias disponible para ejercer su vocación pedagógica y de promoción de la cultura, privilegiará a la prensa. “La prensa obrera – dice Recabarren - tiene por misión sagrada, contribuir a la ilustración y difundir la cultura en las costumbres de los pueblos. Un periódico que llegue a las manos de un hijo del trabajo, debe ser un libro en el cual encuentre la savia vivificante para fortalecer el espíritu, cuando abatido por las luchas de la vida, se siente adormecer.” (El Deber de la Prensa Obrera, La Democracia, 1921).

Recabarren, sin duda que por su oficio de tipógrafo, compendió desde muy temprano la importancia de la prensa como medio de comunicación de masas y la influencia que tenía en la formación ideológica de la clase. El mismo se inició en esta labor de periodista y creador de prensa obrera en 1899, en el semanario La Democracia, que llegó a dirigir, y en 1903 se confirmó  como el fundador de la prensa obrera chilena, cuando se estableció en Tocopilla, a petición de los obreros de la región, para fundar y dirigir el periódico El Trabajo.  

Su labor periodística se mantuvo inalterable durante toda su vida,  ya que posteriormente fundó y dirigió diversas publicaciones obreras como El Proletario en Tocopilla; La Reforma, en Santiago; La Vanguardia, en Antofagasta; El Grito Popular y El Despertar de los Trabajadores, en Iquique; El Socialista, en Valparaíso, El Socialista, que después se llamó El Comunista, en Antofagasta; La Federación Obrera y Justicia, en Santiago, y La Vanguardia, en Argentina. 

Pero Recabarren propone además otros medios para la educación y la cultura obrera, “…el socialismo va creando universidades superiores y populares y sus escuelas propias elementales y superiores, donde la enseñanza es tan segura como incomparable a la enseñanza burguesa”. Otro medio es la conferencia que aparece como el medio más popular, de más vasta educación socialista”. (El Socialismo, ¿Qué es y cómo se realizará?, 1912)

El teatro y  las organizaciones culturales.

Sin embargo, la creación de la prensa obrera, no solo generó diarios a favor de los intereses de la clase trabajadora, sino que sus locales fueron enclaves de irradiación de la cultura obrera. Un ecuatoriano avecindado en Iquique, David Barnes, recuerda que apoya y le arrienda a Recabarren una casona en Barros Arana 9, casi esquina de Sotomayor, para instalar allí ‘El Despertar de los Trabajadores’,  barrio netamente obrero repleto de conventillos y cités. Allí se instala con su imprenta. “La casa estaba junto a una escuela de niñas (...) El segundo piso era una azotea que servia de teatro”. El 16 de enero de 1912 aparece el primer número de El Despertar de los Trabajadores. En  ese ambiente  crea el Círculo Cultural y Artístico, organiza el Conjunto Infantil Arte y Libertad, a cargo de Mariano Rivas, argentino, el Circulo Arte y Revolución, dirigido por Jenaro Latorre; la estudiantina Germinal y el Coro Obrero, todas instituciones que tendrán una amplia repercusión en la difusión de la cultura popular.  Estos datos históricos recopilados por Pedro Bravo Elizondo (Raíces del Teatro Popular en Chile, 1991), refutan el mito que dice que el teatro chileno nació con la creación del Teatro de Ensayo de la Universidad de Chile en los años 40. Lo cierto es que el teatro, especialmente aquel de carácter popular, germinó en el norte con Luís Emilio Recabarren, cuando el dirigente obrero creó esta serie de grupos y centros culturales.  

Pero Recabarren no solo fue gestor cultural sino también autor. El domingo 7 de agosto de 1921, en el local de Arte y Revolución en Iquique, se estrenó el drama “Desdicha Obrera” escrito por Recabarren, quien además escribió “Redimida” y el monólogo  “Yo pensaba que era libre”, asimismo incursionó en la poesía. Son conocidos sus poemas “Canto al Triunfo” y un poema dedicado a quien se convirtiera su amiga y colaboradora la Conferencista  española Belén de Sárraga.

Como lo recuerda Volodia Teitelboim en la Biografía de Gabriela Mistral,  fue el Diputado  Luís Emilio Recabarren, “que hacía poco, en enero de ese año, (1922) había contribuido a fundar en Rancagua el Partido Comunista de Chile, (quien) formula una indicación en la Cámara para que se asigne a Gabriela Mistral una pequeña partida de dinero a fin de cubrir los gastos de viaje…el país sólo tiene plata para los ricos…pero niegan el más mísero apoyo a una escritora y a una educadora salida del pueblo”. Hecho que demuestra la sensibilidad cultural de Recabarren y su conocimiento y admiración por la Mistral. (Volodia Teitelboim, Gabriela Pública y Secreta, 1991)

Además de los espacios de la prensa, el mismo rol de animador cultural, lo realizan primero las organizaciones mutuales y posteriormente los Sindicatos y Federaciones que surgen en la época. La arquitectura de las sedes de estas organizaciones, tenía en común la existencia de un gran salón y un escenario, en los cuales se podían organizar todo tipo de actos,  reuniones, bailes, representaciones teatrales  y veladas culturales.

Esta promoción del teatro popular se continúa en otros lugares de Chile,  entre otros con Nicolás Aguirre Bretón, Rufino Rosas y José Segundo Castro, quienes igualmente hacen suya la causa de los obreros.  Todos estos autores toman el tema social como el núcleo dramático, teniendo en cuenta el sentido ético y la estética realista que ellos mismos recrean.

Los conjuntos teatrales populares se multiplicaron, exhibiendo obras escritas por trabajadores  o por intelectuales ligados al mundo obrero. En Santiago, en 1913, un colectivo de escritores anarquistas crean la “Compañía Dramática Nacional” bajo la dirección de Adolfo Arzúa Rosas, secundado por Manuel Rojas, José Santos González Vera, Antonio Acevedo Hernández, el poeta José Domingo Gómez Rojas. (Iván Vera – Pinto Soto, Identidad y Teatro Social, Iquique)

La mujer en la cultura obrera.

Recabarren tiene una clara concepción de la situación de menoscabo de la mujer y del rol que ésta debería jugar  en la emancipación de la humanidad. “Desde épocas antiguas se ha mantenido a la mujer en grado inferior que al hombre. Ha sido considerada como una esclava y hasta la fecha, aún no recupera del todo su individualidad. La mujer posee las mismas facultades que el hombre y debe hacer uso de ellas en las mismas condiciones que el hombre”. “Los que nos damos el título de socialistas, los que luchamos por la libertad de los oprimidos, esclavos, debemos tomar en cuenta que la mujer tiene una doble esclavitud, de manera que nuestros esfuerzos deben ir también a libertar a la mujer de ese cautiverio”.  (El Proletario de Tocopilla, 1905).

Luís Emilio Recabarren, se manifiesta respecto a las reivindicaciones y a la emancipación de la mujer, en forma palmaria, al expresar que, “es necesario, es preciso, es urgente, para la mujer que trabaja y gana un ridículo salario que busque en el campo de la organización gremial su propio mejoramiento, que busque en el campo de la educación socialista el verdadero alivio a sus pesares”. “El Centro Socialista y la Unión Gremial femeninos tienen una preciosa labor que realizar que, debemos decir con franqueza, aún no han empezado. Las trabajadoras de los talleres, de las fábricas; las empleadas en el comercio, oficinas particulares y del Estado, y las pobres mujeres que llevan el trabajo a domicilio, etc., necesitan recibir los auxilios poderosos de la educación social y de la organización gremial a fin de aminorar los estragos del trabajo mal pagado”. (Escrito en Buenos Aires, publicado en La Defensa, Coronel, Lota, 1907)
Paralelamente con el surgimiento del movimiento obrero, nacieron sindicatos de mujeres según el tipo de producción o actividad y sindicatos mixtos. En 1908, había alrededor de 22 sindicatos solo en Santiago. En el año 1912, las mujeres constituían un tercio de la fuerza de trabajo manufacturera, especialmente en las industrias de la confección, textil, y del tabaco. Esta situación convirtió a las trabajadoras en un elemento que los activistas sindicales no pudieron eludir, especialmente por el potencial organizativo y de movilización de las mujeres.
La incursión de la mujer en el mundo de la cultura obrera no fue fácil, ya que debía hacerse un lugar en medio de un mundo machista, como lo era el contexto general de la época y aún más en el ámbito del mundo obrero salitrero.
La presencia en Chile de Belén de Zárraga, feminista, anticlerical y anarquista española, que llega invitada por Recabarren, revoluciona el ambiente femenino y se multiplican los  Centros que llevaron su nombre, su presencia tuvo consecuencias decisivas en el desarrollo de la conciencia de género de las trabajadoras.

Entre los principales objetivos de estos centros femeninos, estaba la promoción del laicicismo, la denuncia de la carestía de la vida y los abusos del sistema de las pulperías, así como también se constituyeron en espacios para reclamar por el derecho al descanso dominical de las trabajadoras, realizar campañas antialcohólicas y promover las ideas de emancipación de la mujer.  En el caso de Iquique muchas mujeres  participaron en el grupo Arte y Revolución, creado por Recabarren, con el objeto de "ayudar al desarrollo del pueblo y de la propaganda socialista por medio de representaciones cultas e ilustradas". Junto con ello, en las oficinas salitreras y en los puertos, se formaron nuevos grupos y conjuntos en cuyas presentaciones se destacaron las mujeres como actrices, realizadoras y organizadoras de los eventos. (María José Corre y Olga Ruiz, Memoria de las  Mujeres)

 Recabarren en El Despertar de los Trabajadores, de Iquique, 12 de abril de 1913, asume la defensa de Belén de Sárraga, criticando al clero que “ha dicho de la conferencista  tales barbaridades que conviene que el pueblo conozca la calidad moral de la canalla clerical. Ha dicho que la señora Belén es una estafadora, una farsante, divorciada, sin hogar, sin hijos; impía, ha dicho ridiculeces como que es vieja y fea, insípida; la ha calificado hasta de prostituta. ¡Ha sido el colmo de la indecencia clerical¡. Toda esta campaña inmunda y obscena no sólo se ha dicho en la prensa de Antofagasta, sino que se ha dicho en toda la prensa católica del país”.

En síntesis,  podemos afirmar que Recabarren no fue solo un dirigente sindical o político, su trascendencia y gravitación hasta el presente se basa en la multiplicidad de intereses que conforman su ideario revolucionario, siendo uno de los más relevantes su preocupación por la cultura y la educación. Recabarren es por sobre todo un educador popular, un gestor cultural y un guía revolucionario, unido todo en una extraordinaria simbiosis. “La educación – nos recuerda – cada vez más desarrollada y más completa irá elevando la cultura de los individuos y de la sociedad, contribuirá mientras más avancemos hacia el porvenir a dotar a cada individuo y, cada sociedad de una perfecta noción del derecho de la libertad”.  Si pudiéramos hacer un paralelo, Recabarren no es  Pancho Villa, Zapata, ni Sandino,  compartió con ellos la pasión por la justicia y la libertad,   pero sin duda que está más cerca de José  Martí.

Ronald Wilson



Publicado en Pluma y Pincel Nº 197  Noviembre 2008

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