Por el significado que tiene
Nicaragua y la épica de la Revolución Popular Sandinista, es necesario,
realizar un análisis desapasionado y crítico de su actual realidad y de los
resultados electorales últimos. En este sentido es ineludible recordar que en junio
pasado, el Consejo Supremo Electoral destituyó a 28 diputados de
oposición del Congreso, pertenecientes al Partido Liberal Independiente (PLI) y
al Movimiento Renovador Sandinista, intento no disimulado de Ortega
por eliminar cualquier disidencia, que hiciera mella a su tercera
reelección.
En la práctica en las recientes
elecciones Ortega no tuvo competidores verdaderos y obviamente triunfó.
A pesar de esta aprensión, una de
las claves de los triunfos electorales de Ortega, ha sido la reafirmación de
los derechos sociales que el FSLN encabezó durante la Revolución, lo cual es
interpretado como la indiscutible voluntad de un gobierno que responde a las
demandas más fundamentales de la población, y como consecuencia de aquello
sigue contando con un respaldo mayoritario del pueblo nicaragüense.
La gratuidad de la educación, las
políticas de salud, los planes de viviendas, las acciones en beneficio de
la juventud, son éxitos de sus programas sociales. Un hecho interesante
de consignar es la aplicación efectiva de políticas de equidad de género en la
Asamblea Nacional con paridad de representantes hombres y mujeres.
Las cifras macroeconómicas
igualmente son favorables. Según el Banco Mundial, para 2016, el
pronóstico de crecimiento es de un 4.4 por ciento, con lo que Nicaragua se
coloca en los primeros niveles de Centroamérica. Según la Encuesta de Medición
de Nivel de Vida 2014, del Instituto Nacional de Información de Desarrollo,
para el período 2009 a 2014 en Nicaragua hubo una disminución de 13 puntos en
la pobreza nacional, que descendió de 42.5 a 29.6 % y la pobreza extrema
disminuyó 6 puntos bajando del 14.6 por ciento a un 8.3 por ciento.
Igualmente, la inversión
extranjera directa y el comercio también muestran perspectivas favorables.
Aunque se argumente que la bonanza económica se deba a la ayuda venezolana
(4.600 millones de dólares entre 2008 y 2015), es innegable que el país
de Sandino presenta una situación económica expectante en el ámbito regional.
En este contexto favorable, guste
o no, Ortega sigue siendo un mito de la revolución y debe parte de su
popularidad y supervivencia a la reminiscencia de la Revolución Popular
Sandinista, (1979 – 1990)
Pero cada vez más hay voces
críticas hacia Ortega, primero por su afán de perpetuarse en el poder. Lo que
arguyen los opositores, no necesariamente de derecha, sino muchos detractores
provenientes del mismo sandinismo, es que al final de su nuevo mandato, en
2022, Daniel Ortega sumará 15 años consecutivos como presidente de
Nicaragua, y si se considera su período como coordinador de la Junta de la
Revolución Sandinista, cargo que ejerció de 1981 a 1985, así como su
primera presidencia, de 1985 a 1990, sumaría 24 años al frente de los
destinos de Nicaragua.
Pero a la vez, es necesario
aludir a otro elemento que ha sido fuente de duras críticas, como es el
preponderante rol de su compañera, Rosario Murillo, que primero fue el poder en
las sombras, posteriormente, de hecho ejerció como Ministro del Interior, y en
la actual fórmula ganadora del FSLN, se convierte en Vicepresidenta de la
República.
Rosario, mujer poderosa, polémica
e inteligente, tiene a su favor provenir de una familia de alcurnia política al
ser sobrina nieta de Cesar Augusto Sandino. Según sus detractores, la
familia presidencial, es un claro caso de nepotismo, que se interpreta
como la fundación de una nueva dinastía, al estilo somocistas.
Otro flanco de críticas es que a
partir del personalismo y populismo de Ortega y su compañera Rosario, los
espacios democráticos se han ido anulando paulatinamente.
Para el escritor Sergio Ramírez,
ex vicepresidente sandinista, el sistema democrático nicaragüense ha sido
completamente aplastado y no queda nada más que una sumisión a un proyecto
personal y familiar, que ha ido sumando poderes a través de la corrupción, la
compra de voluntades, la sumisión y hasta el temor.
Ramírez, fue expulsado del
FSLN en 1995 por atreverse a disputarle el poder a Ortega. Según Ramírez, Ortega regresa a
la presidencia en 2007, con la intención de no abandonarla nunca más y que no
volvería a cometer el error de perder unas elecciones. Ortega,
sigue pensando, que la democracia representativa no sirve para nada, que lo que
se necesita es la democracia popular, donde hay un solo partido y no hay
estorbos para pasar las leyes, expresa Ramírez, en declaraciones a la BBC.
Por su parte para el poeta
Ernesto Cardenal, ex ministro de cultura, la experiencia revolucionaria, “fue
una revolución muy bella, pero fue traicionada”. Lo que hay ahora “es una
dictadura familiar de Daniel Ortega. Eso no fue lo que apoyamos nosotros”.
Sin embargo, no me arrepiento de
haber apoyado ese proceso, afirma Cardenal, en declaraciones al Diario El
Tiempo de Colombia. Cardenal abandonó el FSLN en 1994, en protesta contra
la dirección autoritaria de Daniel Ortega, dando su apoyo al
Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
La escritora Gioconda Belli,
combatiente del FSLN, comenta al Diario La Prensa de Managua, que “en términos
estrictos, ahorita estamos en un sistema prácticamente monárquico. Porque es un
sistema que está ungido. Hasta eso se ha dicho ¿no?, que Dios eligió a los
diputados. Está ungido por Dios. Así pasaba en la Europa medieval, donde los
reyes pasaban el poder que recibían de Dios a sus hijos, a la reina. Hay una
visión de fortalecer el poder, no una visión de país”.
Sólo queda esperar que los sueños
de tantos en la Revolución Popular Sandinista, se hagan realidad en benéfico
del pueblo en el marco de una democracia y no se esfumen en un
régimen personalista y autoritario.
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